Léeselo, Tere, por favor
Ahora que mi madre solo recuerda con
claridad las cosas que pasaron hace muchos años y que normalmente solo habla de cosas del pasado, me contó un día que hace muchos años en la casa
del pueblo encontraron a un hombre ahorcado de una viga en el granero - el almacén bajo
el tejado donde se guardaban los trastos, las sillas que sacaban en los velatorios
y el grano. Fue Juanillo el que se topó
con el muerto y bajó las escaleras corriendo como un loco hasta que llegó al zaguán.
Allí le paró mi abuela - ¿Qué te pasa? ¿Por qué vas así? - No le salía la voz
del cuerpo, solo pudo decir, - Lo que sea, en la cámara está.
Y esa fue la frase que se quedó en la
familia cuando alguien no quería o no podía explicar qué le pasaba. - Lo que sea, en la cámara está.
Esa era una de sus muletillas, pero
mi madre tenía muchas otras frases que nos repetía una y otra vez para educarnos mientras crecíamos.
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Lo que sea, en la cámara está. |
Una de sus favoritas si estaba muy
cabreada o si habíamos hecho alguna trastada de las gordas era - Como vaya para allá, te voy a meter un brazo
por una manga. De pequeños eso nos
asustaba mucho y nos quedábamos muy quietos, confiados en que no viniera para
acá murmurando, - Yo no he sido, ha sido Nico.
Cuando nos veía vagar por la casa sin
hacer nada, ir de silla en silla o de butaca en butaca buscando el rincón más
fresco durante la hora de la siesta en verano diciendo - ¿Qué hago? ¡Tengo
calor, me aburro! Ella siempre replicaba, - No se
dice me aburro (MEA BURRO). Se dice, ¡orina caballo!
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La hora de la siesta |
Porque eso si que era un encierro, el
que aguantábamos nosotros durante las largas vacaciones de verano de la
adolescencia en aquel piso, el último del bloque donde vivíamos, sin aire
acondicionado y sin ventiladores, con un calor de justicia y un aburrimiento
infinito. Yo creo que hasta las paredes sudaban y nosotros - llenos de hormonas
- aun más.
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...mata moscas con el rabo |
Si te veía pajarear sin rumbo por la
casa o te oía pelearte con tu hermano o hermana porque le habías quitado su
tebeo, o se te caían las cosas de las manos de pura indolencia y su jarrón favorito
acababa hecho pedazos, ya sabías la frase: - Cuando el diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo.
No soportaba la pereza, ni la vagancia. De
ninguna manera aceptaba que nos quedáramos hasta las diez en la cama. A las
nueve de la mañana todo el mundo debía estar levantado, vestido y desayunando. Levantarse
tarde estaba tan prohibido como tirarse en el sofá con los pies por alto a ver la televisión
Cuando no podíamos salir a la calle -
hablando de encierro - porque hacía muchísimo calor o no teníamos con quien pasear
ya que todos nuestros amigos estaban de vacaciones, ella siempre nos encontraba
algo que hacer.
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Su caja de costura |
Aunque los chicos, los varones, podían jugar al balón
en el pasillo, coleccionar chapas de botellas, cromos de futbolistas o tocarse
las narices, con las niñas era diferente: ¿Por
qué no empiezas una mantelería, un jersey de perlé o te haces una falda, o un
camisón?
Si no querías coser, había otras posibles ocupaciones: Algo que planchar, lavar, ordenar, cocinar,
leer. Si, leer está bien, a ver qué lees, por supuesto.
Definitivamente, delante de mi madre no podías
estar mano sobre mano.
Y si al final decidíamos hacer una labor
entre varias, también miraba a ver cómo distribuíamos el trabajo: - ¡Tres con una hoz, mientras uno trabaja,
descansan dos!
Además, no aceptaba que hiciéramos una
chapuza con nuestras 'labores'. Su frase era: - Todo lo que merece ser hecho, merece ser bien hecho. Esta era la
favorita de las favoritas porque era una cita literal de la Madre Santo Domingo, su ilustre mentora del Colegio de Monas de las Esclavas al que asistió de pequeña.
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Consiguió que empezara esta mantelería. La terminé 10 años mas tarde |
A ella le habría gustado que cosiéramos cosas
prácticas y bien hechas, no las muestrecitas que las profesoras de Hogar,
aquellas que la Sección Femenina colocó en los colegios de niñas para que nos
controlaran la mente, nos hacían coser un año tras otro. Mi madre opinaba que
esas pequeñas muestras con bodoques, fruncidos, zurcidos, ojales, presillas, punto canario, bordado mallorquín, punto de cruz, vainicas dobles y cosas por
el estilo, no servían para nada. Pero nuestras profesoras no opinaban igual. Así
que yo coleccioné varios álbumes de muestras de costura tan inútiles como las
clases de política que nos daban esas mismas profesoras.
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Mis labores |
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Álbum de punto |
A veces mi madre tenía la santa paciencia de
comprarnos ropa en las Rebajas sobre todo en la tienda de su prima Sole que
nos hacía buen precio. Yo recuerdo avergonzada cuando pedía "ropa de la talla de
'pollita' para estas chicas", - nosotras- , y también cómo rechazó un precioso vestido camisero de
flores que la tía Sole le enseñaba tentadora: - Cómpratelo, Paz. Ya verás
lo bien que te queda. - No, no es para
mí, le dijo. - Es demasiado jacarandoso. Y
no hubo compra.
Cuando a finales de junio, para San Juan,
el calor ya empezaba a apretar de verdad, ella, mi madre, echaba mano de su sabiduría
popular para explicar lo que le estaba pasando a la pequeña de la familia, que
era aún un bebé: - Cuida a tu hermana, que tiene un poco de diarrea. Ya sabes, - Cuando empiezan las mulas a trillar, empiezan
los niños a cagar y para San Juan, tilín tilán. Mala cosa, lo del tilin, tilan. ¡A darle
manzanilla a la pequeña!
Y así, un día tras otro, en esos largos
meses de verano, el tiempo que iba desde que había terminado el curso hasta
que llegaba la hora de irse de vacaciones a la casa que mi padre alquilaba en
la Ciudad Jardín de Almería o en la Sierra de Cázulas.
Allí no había tiempo para aburrirse. ¡Por
fin había acabado el encierro!
¡¡Pero este encierro parece que no acabará
nunca!!