sábado, 24 de agosto de 2019

La ruta de Nívar - Un milagro y un chiste

Aunque la ruta de Nívar era muy dura me encantaba hacerla con la bici de montaña por todos los arboles, plantas, flores y hermosas vistas que había a lo largo del camino. Pero hubo un día especial hace muchos años, a principios de un septiembre, cuando los Niveros celebran sus fiestas patronales, en que me gustó aun más. . 
Fiestas en Nívar
        Aquel día paramos a beber agua en la fuente de la iglesia. En la plaza, un grupo de vecinos sacaban de una gran furgoneta las mesas y las sillas para montar una gran comida popular. En una esquina apartada varios hombres freían los ajos y los torreznos en unas sartenes enormes, protegidos del viento por la tapia del colegio. Otros vecinos y vecinas adornaban la plaza con farolillos y  banderitas de colores, bombillas y macetas. Había ambiente de fiesta por todas las calles.
Nuestras bicis junto a la fuente de la iglesia
Se concluyó en 1781
         Mientras los demás de mi grupo ciclista llenaban sus botes en la fuente que hay junto a la iglesia, yo me acerqué a ver cómo los hombres preparaban las migas y vi a unas señoras que entraban en la iglesia con cubos, fregonas, trapos y escobas. Siempre había visto la puerta cerrada, así que me colé detrás de ellas para curiosear un poco.
         Una de las señoras me preguntó - ¿Qué le parece, le gusta nuestra iglesia?
         - Si. Es la primera vez que la veo por dentro y me gusta mucho. Es sencilla, pero muy bonita.
         - Estamos limpiándola para las fiestas.  Hoy empiezan, y esta tarde se celebrará la misa y la procesión del Cristo de la Salud.  Lo sacamos en procesión para darle las gracias porque es un Cristo que siempre nos ha ayudado mucho. Es muy milagroso. 
         - Es verdad, dijo la otra señora. -Récele y pídale lo que usted quiera. Hace muchos milagros. El año pasado curó al marido de ésta de unas fiebres muy raras que tuvo. El médico dijo que pilló las fiebres por haber bebido agua del pozo, pero qué va a ser por eso: toda la vida hemos bebido del pozo y no va a empezar a darnos problemas ahora que dicen que lo han arreglado.
         Yo recordé una pintada que había vista en la tapia de un corral abandonado: EL POZO DESTAPAO COMO SIEMPRE HA ESTAO, y me pregunté si esos eran los arreglos a los que la señora se refería. Estaba claro que a algunos vecinos no les había parecido bien que taparan el pozo.
         Ella continuó. - El Cristo lo curó. El médico dijo que estaba enfermo por culpa del agua, pero no era el agua. Aquí el agua es muy buena. Estaba malo de otra cosa, pero el Cristo lo curó.  Mire si será milagroso este Cristo que llegó aquí de milagro.
La fuente de Nívar - sin tapar- y nuestras bicis
          Y me contó esta historia:         -- Hace mucho tiempo en este pueblo no había iglesia y la gente pasó muchos años pidiendo que hicieran una. Cuando por fin la construyeron, le pusieron una imagen de la virgen, pero no tenían un Cristo. 
Varios vecinos decidieron ir a Granada a buscar a alguien que hiciera imágenes y encontraron un taller en la calle Elvira.  Explicaron al hombre que trabajaba en este taller que querían un Cristo para su iglesia nueva. El imaginero les dijo que volvieran unos meses más tarde - para el verano,dijo. Acordaron el precio del Cristo y que lo pagarían cuando recogieran la imagen.
La puerta de la Iglesia
    En la fecha convenida bajaron de nuevo a Granada a por su Cristo con un carro tirado por bestias, como se hacía entonces, y encontraron el portón del taller cerrado y que nadie respondía a sus llamadas. Los vecinos de la calle les dijeron que no siguieran llamando, que allí hacía muchos años que no vivía nadie, pero ellos no se conformaron y buscaron al hombre y su taller por toda la larga calle Elvira por si se habían confundido de lugar.
    Por fin consiguieron que unos guardas forzaran el portón del taller donde ellos recordaban haber dejado su encargo y pudieron entrar.  Encontraron esta imagen del Cristo que usted ve aquí con una nota que decía "Cristo para la Iglesia de Nívar".  Lo montaron en el carro y lo subieron al pueblo. Lo pusieron en el altar mayor y ahí está desde entonces
         - Nadie sabe quien lo hizo y no se pudo pagar, claro. Pero es muy milagroso, ya le digo. ¿No es esta historia un milagro? - decía la mujer casi llorando.
         Mientras, mis colegas de la bici se habían quedado en la plaza charlando con unos y otros.  Paco, que era el más curioso y siempre preguntaba por todo, quería saber si  la maestra seguía siendo doña Asunción. 
          Alguien le dijo, -Si, esa es. Por cierto, a final de curso tuvo un serio problema con sus alumnos: un día que estaban haciendo mucho ruido, ella les dijo. Estoy harta de vosotros.¡ No quiero ni veros ni oíros en mi clase! Ellos se fueron al director del colegio y dijeron: ¡Doña Asunción no nos quiere en clase, mire lo que nos ha dicho, ¡ha dicho que no nos quiere a los niveros en su clase!
                   Con estas historias y estas risas seguimos nuestro camino y completamos nuestra ruta. Luego volvimos a probar las migas, ¡por supuesto!

Los torreznos en su punto para echar el pan

miércoles, 14 de agosto de 2019

EL SEXO DE LOS ANGELES




You can read this story in English here 

 Esta historia, casi toda real, está dedicada a mi sobrina Isap, que tiene 14 años y tiene las ideas más claras que nunca tuve yo a su edad, que habla con total franqueza delante de sus mayores sobre  la orientación sexual de sus amigos y amigas y sobre lo que haga falta. ¡Afortunadamente ella y Sara sí podrán vivir y hablar de estos temas con total libertad!
 
  Mi hermana Isabel dice que los bebés no tienen sexo, que les pasa como a los ángeles. Yo también lo creía cuando era pequeña, muy pequeña. 
  Y lo creí así hasta el día en que fuimos a visitar a un primo recién nacido.
       Estas visitas eran habituales en nuestra familia: cada año al menos nacía un primo o una prima. Mi madre tenía muchos hermanos y hermanas y era normal tener primos nuevos constantemente.  En unos pocos años mis abuelos se juntaron con cuarenta nietos; nuestra pandilla de primos era enorme y no había terminado de crecer aún. 
Posando en la escalera
       Recuerdo especialmente aquella visita a mi pequeño primo Pablo porque volví a casa dándole vueltas a mi cabeza. Yo solamente había visto a un bebé, un pequeño primo o una pequeña prima que hacía lo que todos los bebés: dormir, comer y llorar. No le encontraba ningún atractivo especial y además estaba muy intrigada. Así que se lo planteé a mi madre.
        -"¿Cómo sabes que es un niño y no una niña? "
       Supongo que mi madre se quedó muy sorprendida.  Debió de extrañarse de que no me hubiera fijado en mis hermanos. Tenía dos hermanos muy pocos años mayores que yo y por ahorrar agua nos bañaban a todos juntos. Primero iba el o la más pequeña y luego los demás. En aquella época el agua caliente era un lujo, así que el día de baño, íbamos los cuatro o los cinco - que éramos entonces - directos a la bañera y esperábamos nuestro turno preparados en el cuarto de baño.
Un puñado de primos y primas con mis abuelos

       Pero yo era bastante miope, aunque eso no se descubrió hasta mucho más tarde, y no veía mas allá de mi nariz. Quizás sea por eso por lo que recuerdo pocas cosas de mi infancia. Así que no me había fijado en ese detalle que tenían mis hermanos y que no teníamos las niñas.
       -"Cuando los bebés nacen tienen un cartelito en la espalda donde dice si es un niño o una niña."   Eso me dijo. Y se quedó tan tranquila. Pero yo no. ¿Cómo iban a pegarle un  cartelito en la espalda a un bebé? ¿Lo hacía la cigüeña?      
        Está claro que era pequeña, ignorante y muy ingenua porque me creía esas cosas.
        Así que cuando los Reyes Magos me trajeron esa Navidad un precioso bebé de goma con toda su ropita, yo no le miré a ver si tenía un cartelito u otra cosa. Yo le vi cara de niño y le puse nombre de niño.
Le hace comiditas
     Ahora, Sara, que acaba de cumplir 5 años, juega con mi muñeco, que tiene ya más de 60 años y que ha sobrevivido mudanzas, viajes  y toda clase de aventuras. Ella lo viste, le da de comer, lo manda volando a la piscina, lo seca con su toallita, le cierra los ojos, porque los suyos ya no se le cierran solos, lo acuna, lo duerme y lo quiere como lo quería yo.
       Y ella me ha descubierto que los bebes sí tienen sexo. Ella me ha dicho que mi bebé no se llama Jose, porque no es un niño. No tiene pitillo. ¡Es una niña!
        Santo cielo, ¡lleva razón!