jueves, 22 de diciembre de 2022

Manías familiares

Las uvas de la parra muy bien protegidas de avispas y pájaros
Ayer, el primo Andrés, que está podando la parra de la casa familiar, nos ofrecía esquejes a todos los miembros de la familia que estén interesados en plantar el recuerdo de la abuela Isabel en sus jardines.  Hace muchos años que su madre se trajo unos esquejes de Linares y agarraron tan bien en su casa que durante muchos años la parra de su porche de atrás ha proporcionado uvas para ellos y para todo el que pasara por su casa a visitarles.  

La parra de La Yedra
La familia bajo la misma parra
Yo hoy, después de leer el ofrecimiento del primo  en el grupo familiar del whatsapp, he recordado una historia mía con uvas, rabillos y familia. 

Os traigo esta historia junto con las uvas bien protegidas de la casa de Gójar y las uvas de la parra de La Yedra, que también procedían del mismo tronco, ¿o era raíz?:

"Cada uno tiene sus manías y yo también tengo un buen puñado de ellas.  Ayer, por ejemplo, me sorprendí quitando los rabillos a las uvas para que el racimo que aun quedaba en el frutero no tuviera aspecto de corona de espinas. Ver los pinchos salir proyectándose de la fuente de cerámica estaba empezando a inquietarme, así que no dije nada, me levanté y me fui a la cocina.

Cuando volví al comedor con las tijeras grandes del pescado en la mano, los demás se volvieron hacia mí, por un momento dejaron de ver las noticias de la tele y me preguntaron si iba a podar las flores muertas de las varas de nardos del florero que hay encima del aparador. 

Esos rabillos...
 --¿Es que no puedes esperar a que terminemos de comer? ¿A qué viene esa prisa?

Cuando, sin decir ni media palabra, ataqué y recorté los rabillos de los racimos del frutero se quedaron de piedra mirándome fijamente hasta que yo misma me descubrí haciendo algo absurdo y me eché a reír. Dejé de cortar los rabillos de las uvas arrancadas de cualquier manera y me senté para continuar con la tertulia de la sobremesa.  Los otros volvieron a la conversación o las noticias, ya un poco más tranquilos.

 Esto de los rabillos de las uvas creo que me viene de familia: mi madre se enfadaba cuando nos veía arrancar las uvas del racimo sin tener cuidado de llevarnos el rabillo con ellas y a mi, que nunca me había importado, ahora me esta empezando a afectar.  Pero desde ese día es solamente una manía que  practico en la soledad de la cocina."

Un día de estos la dividiré en varias plantas

Gracias por el ofrecimiento, primo. Por favor, guárdame algún esqueje de vuestra parra que buscaré un buen lugar en mi jardín para la abuela Isabel, igual que en un rincón tengo también guardado un recuerdo de la tía Mariana de la que finalmente al menos heredé una pilistra - Una aspidistra, claro.   Otro día os contaré esa historia.


miércoles, 7 de diciembre de 2022

La misma edad

También fuimos a Londres - Rafa nos hizo esta foto
Tengo ahora justo la misma edad que tenía mi madre cuando vino conmigo de intercambio a Inglaterra. Ella, que estaba dispuesta a ir de viaje al fin del mundo aceptó mi propuesta de acompañarme durante las dos semanas que duraba la estancia de mis alumnas en Inglaterra con una de sus frases lapidarias:  -- Creía que nunca me lo ibas a pedir.

Como dos inglesas en Henley-on-Thames

  Yo la veía mayor, la verdad, y la veía cansada para aguantar un viaje tan intenso cuidando a veinte chicas adolescentes en un intercambio escolar, pero la que acabó agotada, exhausta y sin fuerzas fui yo.

El colegio nos alojó en una casa siniestra destinada a visitas de segunda categoría. las importantes se instalaban en el edificio principal, cerca de las habitaciones de la directora.  Mi madre no comprendía cómo un internado tan caro podría mantener esos edificios tan antiguos, donde los accesos por la noche, cuando las cancelas generales del colegio se cerraban,  eran un laberinto oscuro y tortuoso.  --Deberíamos haber traído una linterna, -decía cada noche cuando volvíamos a 'nuestra casa'. A mi no me importaba vivir en aquel lugar; nuestro apartamento tenia todo lo necesario y además estaba mas cerca de las casas donde vivían mis alumnas.

La primera semana fue agotadora porque teníamos actividades con el grupo de chicas todos los días y a ella le cansaba la cháchara eterna de las chicas y la energía con la que disfrutaban de nuestras excursiones.  Hasta que llegó el día de la excursión programada a Londres  y dijo que no se vendría con nosotras.  Ese día la dejé sola en el apartamento con la llave y dinero en libras. Yo ya le había enseñado donde estaba la iglesia católica y el centro comercial y cómo salir del laberinto del colegio.

Cosiendo en nuestro apartamento

Cuando volví por la noche agotada después de un día completo con las chicas en Londres, con trenes, metros y recorrido en el autobús turístico, además de las visitas de rigor raudas y por encima al Museo Británico, a la National Gallery y a los puentes del Támesis, ella  estaba fresca como una rosa descansada y cosiendo o quizá  tejiendo un suéter para un futuro nieto y me contó su jornada en la ciudad.  Había ido a misa a la parroquia católica y había estado hablando con el párroco en no sé qué idioma. Éste la había saludado al acabar la misa cuando reconoció que era una feligresa nueva y ella, que era muy dicharachera y muy charlatana, seguro que algo le respondería y se entendieron porque ambos eran cristianos felices.

La reina del Castillo - nuestro coelgio
 Fue a una mercería a comprar 'las mejores agujas de coser', que son las inglesas. También compró unos ovillos de lana y agujas de punto para hacer un jersey de bebé. Allí la entendieron bien, claro que la chica que la atendió era argentina.

King's College -Cambridge 

No acabaron allí sus conversaciones; se sentó en un banco en el parque a descansar y tomar el sol y estuvo charlando con una señora inglesa un buen rato. Me contó que intercambiaron recetas de cocina. ¿En qué extraño idioma hablarían?

Su única visita a un McDonald's

Pero sí que vino con nuestro grupo de chicos y chicas cuando fuimos a visitar el Castillo de Warwick y también vino a Cambridge aunque esta visita fue muy caótica y la comida fue terrible. Tras visitar el King's College y algún museo, acabamos en un McDonald's un sitio en el que nunca había entrado y nunca volvió a entrar en su vida.  No le gustó nada, y llevaba razón: la comida fue horrorosa.

Patio del Castillo de Warwick

En el Castillo de Warwickcomimos mejor pero solo porque regalamos nuestro packed lunch a las chicas y yo pedí a Geoffrey, el profesor inglés, que nos llevará a comer al restaurante del castillo.  Macario, mi compañero de Instituto que acompañaba a los chicos, siempre me agradeció mi gesto de fuerza, pero es que yo ya necesitaba una buena comida y un poco de descanso y sin embargo mi madre no se quejaba y aguantó aquella visita interminable por los tétricos pasillos de un castillo restaurado para turistas lleno de maniquíes y figuras de cera que reproducían la vida como había sido tres siglos atrás. Hasta los caballos parecían auténticos porque cuando pasábamos por lo que había sido los establos,  el olor a estiércol, a paja y a orines de los caballos se sentía por todos los sitios y las figuras se movían de tal manera que a mí una de ellas me asustó  y pensé que era un fantasma.

Junto a la sala de profesores -Puro otoño inglés

Creo que ella disfrutó mucho de aquel viaje, aunque durante nuestra estancia en el colegio solo pudiera hablar conmigo, y yo no podía hacerle caso todo el tiempo porque tenía que dividirme entre atenderla a ella  y cuidar de mis chicas. 

Pero todo le parecía bien y le gustaban las excursiones, la visita a Londres a ver a sus sobrino Rafalito, los paisajes de otoño ingleses, el día que nos invitaron mis amigos John y Maricarmen a comer con ellos en Eton, e incluso las comidas inglesas en el comedor del colegio rodeadas de cientos de escolares charlatanas.  

Fuimos a ver a Rafalito, que estaba de Erasmus

Aunque ella no podía hablar con las profesoras del colegio no le importaba; la verdad es que ella no necesitaba que nadie le dijera nada ni que le contestarán en su charla interminable. Ella me hablaba y hablaba y hablaba y hablaba y hablaba y hablaba y hablaba y hablaba y hablaba una conversación sin fin en la que ocupaba el día entero y cuando terminaba el día yo no sabía donde tenía la cabeza ni sabía de qué  había estado hablando. Sí, yo acabé intoxicada de palabras y agotada, pero también contenta de haberla invitado a este largo viaje. 


 

miércoles, 26 de octubre de 2022

Una nueva Aplicación

 Tengo una sugerencia para jóvenes informáticos/as: 

Necesito una aplicación que escanee el ISBN  de un libro y me diga si me va a gustar o no. Una aplicación que me sirva en las librerías y en la biblioteca. Quiero saber si merece la pena que saque prestados los libros de la biblioteca de mi pueblo y los acarree hasta casa o si mejor los dejo allí. 

Te quiero con lectura  

Esto lo digo porque los libros que la biblioteca me ofrece, a primera vista, porque luego en las estanterías del piso de arriba los hay de todos los tamaños, son unos tochos, o ladrillos, que diría mi padre, de tamaño natural. Y si me traigo tres o cuatro libros, como hice la última vez, llego a casa deslomada. Y luego no fui capaz de leer mas que uno. Los otros libros eran tres novelas históricas en las que no pasé de la primera página.  

Libros de historia
 

Al menos esta vez no me traje, como en la ocasión anterior, novelitas eróticas disimuladas, que las escribe como churros una señora de la que no diré su nombre por que ya ella sola se encarga de promocionarse en las 'redes' y además presenta programas en televisión y participa en realities. Yo no voy de puritana por la vida, pero no me gustó que en la novela que yo empecé la protagonista, una señora joven de buen ver, para superar la separación de su marido, demasiado ocupado para darse cuenta de que ella no estaba a gusto, se va a la agencia de viajes mas cercana y decide pasar dos meses en Bali, donde entre el yoga, el surf, el monitor de surf, y la monitora de yoga, le enseñan a disfrutar de la vida y a encontrar su destino. ¡Real como la vida misma!! Aunque en realidad no se todo lo que pasó en Bali, porque dejé a la señora enrollada con el cachas del monitor de surf,  ¿o era de yoga? y ya no seguí leyendo.

Entrada a la biblioteca - Aprende a decir HOLA

Lo mismo sucede cuando entras en una librería. Las opciones son infinitas. Los libros que no tienen, te los traen al día siguiente. Pero ¿cómo estar segura de que te va a gustar el libro? Ya se que lo recomiendan en Babelia, en el Cultural, en las páginas de las revistas de moda. Todo el mundo hace listas de libros y yo a veces sigo estos consejos, consigo los libros y luego no puedo con ellos.

Sala para los pequeños

Yo pienso que ya que GOOGLE lo sabe todo de nosotros, también podría saber el tipo de libros que a mi me gustan. Como oyen nuestras conversaciones y leen nuestro correo y saben lo que compramos, podrían unir todos esos datos y en la aplicación que yo sugiero, al escanear o introducir el ISBN, la APP te diría algo como:  NI LO ABRAS, o PUEDE QUE TE GUSTE, o PERFECTO PARA TI.

Estaría bien esta aplicación. ¿No os parece?

Volando con la imaginación, con los libros

Por otra parte, no me importa en absoluto pasar por la biblioteca. Las chicas son muy amables y siempre hay un grupo de mujeres devolviendo o sacando libros dispuestas a echar un buen rato de charla. Además, Gabi y María Jose decoran la biblioteca  según el momento del año en que estamos. Ahora tocan los murciélagos y los vampiros por Halloween; antes había unas preciosas mariposas hechas de crochet - no me preguntéis por qué.

Estos ya no los voy a leer (tienen la letra demasiado pequeña)

 Otra ventaja de ir a la biblioteca de vez en cuando es que hago limpieza de las estanterías de casa. Cada vez que voy, cargo mi precioso tote bag con libros que ya no voy a leer nunca más y allí los aceptan o para el fondo de la biblioteca o para donarlos a ONGs. Yo estoy encantada.

 

Nardos y libros de la biblioteca

 

 

 

En el camino de vuelta compro flores o alguna revista interesante o paso por la nueva frutería y compro pequeñas calabazas para decorar mi cesta de otoño.    Ir a la biblioteca es siempre ventajoso.


jueves, 13 de octubre de 2022

La cortina de la cocina

2007 - Bolas de colores
Hoy es el día que quito la cortina de la puerta de la cocina que da al patio, la meto en su caja y la guardo en el sótano junto con los colchones desinflados, los churros de colores, los cojines de las butacas y la cesta de las toallas. Hoy es el día que declaro oficialmente terminado el verano. 

2008- De bolas marrones

Este año ha sido casi un mes después de que entrase el otoño, pero es que en esta tierra los veranos se alargan por San Miguel y por el veranillo de los membrillos hasta el Pilar.

Ya de hoy no pasa que quite la cortina porque prefiero que entren las moscas y las pocas avispas que van quedando pero que entre la luz del sol que ya no nos ciega y nos deja desayunar con la puerta abierta. 

Con chispas del sol

Y es que yo cuelgo la cortina de la cocina cada verano para poder dejar la puerta abierta todo el día sin preocuparnos de que entren los insectos y los fuertes rayos mañaneros del sol. Pero la cortina también nos acompaña cuando decidimos comer en el patio. Entonces se arrastra por encima de los platos y cubiertos que hay que bajar para poner la mesa. Luego, tengo que abrirla con la cabeza para poder entrar en la cocina con las manos ocupadas con los platos sucios, las fuentes donde he servido la comida, o la bandeja de los vasos y copas usados durante el almuerzo. 

EL churro y los juguetes que guardo con la cortina

Poner la cortina en la cocina es una tradición en esta casa desde hace muchos veranos y hemos tardado todo este tiempo en dar con el modelo más adecuado para nosotros. 

 

De falso bambú

Cortina de flores de tela
Hemos tenido cortinas de cuerda,  de chapas de botellas, de bolas de madera, de flores de tela, de trocitos de falso bambú de colores y en una ocasión hasta colgué una cortina hecha de plaquitas de falso nácar que quedaba preciosa pero enganchaba los pelos de todas nuestras visitas. 

Bolas de colores

Las cortinas de bolas de madera tenían dibujos geométricos que se quedaban descompuestos a las dos o tres semanas porque las tiras laterales se metían en el quicio de la puerta y al cerrarla, las bolas crujían como si estuviera cascando nueces y poco a poco el dibujo desaparecía y la cortina también. 

De toda la vida

A veces era un buen lío
Nunca puse una buena cortina de tela, una de esas cortinas tradicionales con las que siempre se han tapado las puertas de la calle en las casas de los pueblos y que tenían muchos usos: proteger la madera del inclemente sol, dejar que entrara el fresco  y poder ver la gente pasar. 

-- Buenas tardes, --me decía siempre mi vecina, la señora Carmela, desde su sillita de anea detrás de su cortina, cuando yo pasaba delante de su puerta.

Cortina de la casa de Nico
Este año hemos encontrado la solución:  Una cortina de cintas de plástico que se enrollan sobre sí mismas como tirabuzones de niña traviesa. No se destroza en el quicio de la puerta, no se engancha en la ropa o los pelos y no se deshace poco a poco como le pasó a la cortina de flores de tela que alegraba la vista del jardín pero que parecía la vela de un barco cuando soplaba un poco de viento. 

Y no me olvido de otras cortinas encontradas en otras casas por ahí, como esta de la casa de Nico, con unas maravillosas sombras.
 

La última - Espero que dure muchos años

Aunque nos ha ido bien con la nueva cortina, hoy ya la he quitado. 

Se acabo el verano. He dicho.