sábado, 20 de marzo de 2021

Si no sabes donde está, no existe

Monolito con la placa - estanque con patos. Año 2015
 En los jardines del Restaurante Romero en el Pantano de Cubillas hay un estanque con patos y un monolito en el que hasta hace unos años había dos placas conmemorativas, una era una placa de agradecimiento al ingeniero que construyó el pantano de Cubillas Manuel Prieto-Moreno y Pardo - que tiene un monumento en Albolote y que no debemos confundir con su hermano Francisco Prieto-Moreno que por aquella época, finales de los 50 y principios de la década de los 60, diseñó y construyó casi todos los edificios, urbanizaciones, viales y pueblos de esta provincia de Granada.  La urbanización de la Punta de la Mona en La Herradura fue una idea suya, por poner un ejemplo

La otra placa se colocó en honor al Generalísimo, como le llamaba mi madre, porque él tuvo la idea del hacer este pantano y por supuesto vino a inaugurarlo. Lo de las inauguraciones de pantanos podéis verlo en cualquier NODO  de la época.


 Estas placas estuvieron allí desde el año 1956 hasta el año 2015, que yo sepa. Ahora ya no están. Pero yo sabia que las tenía en mis fotos y aquí os las enseño.

Las placas se colocaron en  el monolito erigido en el pantano de Cubillas cuando éste fue inaugurado. Hace dos días fuimos a comer al restaurante Romero y  ya no estaban allí. Aun quedan los patos, ocas o gansos con los que Yué, la perra de Nico, estuvo de conversación y aun queda el estanque y el monolito, pero las placas han desaparecido. Quizás la familia Romero, los que llevan el restaurante, las conserven en recuerdo de todos los años que allí estuvieron.

 Solo porque recordaba haber ido allí una tarde a pasear por la carretera de la presa y a tomar un galipuche con mi madre he podido encontrar estas fotos y porque cuando las hice les puse nombre 'placas de Franco Pantano'. Si no lo nombras no existe, si no sabes cómo se llaman tus fotos, es como si no las tuvieras.

1988 Embalse de Canales - Saenz de Cosculluela
Pero me ha costado encontrar otras placas de inauguración en otros embalses cercanos y no porque no las hubiera: aquí quien hace el pantano quiere salir en la foto y en la placa, sino porque en su día no les puse nombre a las fotos, y ahora he tenido que revisar todas mis carpetas de fotos de excursiones, visitas o paseos a estos embalse favoritos por su cercanía.

Embalse de Quéntar - Valdés y González Roldán
  Aquí tenéis la placa del embalse de Canales , y la del embalse de Quéntar y estos embalses ya no los inauguro el cabezón, sino otros cabezones. Por algún sitio tengo la placa de la inauguración del embalse de Colomera por el Ilmo Sr Borrell, en su época de Ministro de Obras Públicas,  pero como cuando hice y guardé la foto no le puse nombre, es como si no la tuviera.

Ahora que tengo mucho tiempo, me dedico a nombrar mis fotos, a ordenarlas bien y a hacer limpieza y tiro miles de ellas, tanto que a veces tiro a la papelera, o al pozo, lo que me hubiera gustado conservar. 

Por eso cuando Rafa ayer me pidió una foto de la Casa Forestal de las Acebeas en el cerro de Navalperal, yo sabia que tenia fotos de esa casa porque un verano hace mucho tiempo hice una excursión con la bicicleta desde Siles hasta la cumbre del Navalperal y ya entonces tenia la santa manía de documentar mis rutas ciclistas. Busqué esa ruta y encontré las fotos.

 Vaya si aparecieron, en mis archivos tenía ochenta Casas Forestales de las Acebeas, por la maldita costumbre que tengo de hacer 80 copias de seguridad de mis antiguas excursiones con la bici. A veces arreglo en alguna carpeta las que me gustan más y creo que he borrado las que no me gustan, pero no se han borrado; siguen estando en alguna extraña carpeta en algún extraño disco duro que ya casi no utilizo, y aparecen como fantasmas del pasado cuando busco algo especial.

Algunas de las fotos que encontré ayer para Rafa. 

La casa forestal de las Acebeas

Pedro con el foguero en Navalperal

Vistas desde la caseta del foguero de Navalperal

¡Me encontré!




 

 

Este es mi consejo si hacéis y guardáis fotos en vuestro móvil y en vuestro ordenador:  Poned nombre a las fotos. Si no le ponéis nombre, si no sabéis cómo y donde encontrar las fotos que tenéis, LAS FOTOS NO EXISTEN. 

jueves, 11 de marzo de 2021

La mujer invisible

Hace unos días se celebró el DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER y por eso he recordado este cuento que escribí hace muchos años.   

Nadie ve a la mujer invisible, nadie la oye, nadie la puede tocar, nadie siente el olor de su perfume, nadie le ofrece un asiento en el autobús cuando entra cansada, nadie le pregunta qué desea en la tienda, ni le pregunta qué quiere tomar cuando se acerca a la barra de un bar, ningún coche se detiene cuando ella quiere cruzar por el paso de cebra. 

Nadie le dice,  ¿Me  puede acercar ese impreso, por favor?   Nadie le pregunta si es la última en la cola, nadie le ha dado la carta en la mesa del restaurante para que elija lo que va a comer, y cuando los demás piden sus platos nadie escribe lo que ella desea tomar.

Nadie la oye o la escucha y por eso ella cree que habla sola. Nadie le pregunta su opinión; aunque ella escucha las de todos. Por eso, aunque nadie presta atención a lo que ella dice, ellos sí saben que hay una sombra frente a ellos que los está escuchando.

Nadie siente su aroma,  nadie le pregunta qué perfume usa; llevó a la tienda el frasco de colonia que recibió de regalo en Navidad para devolverlo porque no desprendía ningún aroma.  El encargado de perfumería debió de pensar que era una señora histérica y menopaúsica mas, como tantas otras que el ya tampoco veía.

 

Ella se mira en el espejo cuando se peina y se maquilla, pero sabe que ni siquiera el espejo le devuelve su cara.  Lo hace por costumbre y piensa, mientras se pasa el cepillo por el pelo, que se estará volviendo vampiro y por eso ella tampoco se ve en el reflejo.

Nadie se ha dado cuenta de que su abrigo ya no es el gris de siempre. Ahora lleva uno rojo que nadie le ha visto; sus pantalones de cuero negro no reflejan la luz de la sala, y parece que sigue con sus viejos vaqueros. Sus botas de punta afilada color burdeos, con un gran tacón también afilado no han llamado la atención de nadie

Nadie le ha preguntado a dónde fue el fin de semana. Nadie le pide consejo sobre libros, ropa, conciertos y películas. Nadie sabe que ella también se interesa por la cultura.

Los libros que ella lee, no existen. Los cuadros que ella ve  no están en  las exposiciones habituales. Los conciertos a los que ella asiste solo son  música que suena en su cabeza. Y las películas que a ella le gustan no están al alcance del mando a distancia, cuando algún día consigue retenerlo más de un minuto.

Ella sabe que es trasparente y ya se ha ido acostumbrando poco a poco.

Ella elige la comida que va a guisar pensando en los que van a venir a comer, como si ella ya no comiera; y compra las revistas según los gustos de los que van a ojearlas como si trabajara en la consulta de un dentista.

Los floreros y adornos con los que decora en el salón de su casa tampoco existen. Si cambia el lugar de las jarrones, figuritas o marcos de fotos para ponerlos a su gusto, otra persona decide que no es esa su posición correcta e insiste en poner los objetos simétricamente, como deben estar.  Como si el gusto de ella no fuera el correcto.

A veces ha probado a ponerse durante muchos días seguidos diferentes pendientes en cada oreja o calcetines de colores diferentes; pero nadie lo ha notado.

Una vez se pintó el pelo de rojo y tampoco la vieron. Era tan diferente que ya no era ella, ni siquiera así vieron a la mujer invisible. Vieron a otra mujer.

La mujer invisible no se queja. Así está mas tranquila, y es más feliz. Ya no tiene que preocuparse por ponerse elegante para ir al trabajo. Si preguntas mañana a sus compañeros qué ropa llevaba hoy, nadie te lo podrá decir: falda, pantalones, el conjunto gris,…no se.  Tampoco tiene que preocuparse por emparejar los calcetines o los pendientes, ni por llevar el coche sucio o los zapatos con polvo.

Fantasma en el aeropuerto
 Por rutina y porque ella sigue siendo limpia, se ducha a diario y se cambia de ropa. Va a la peluquería cada dos meses y se retoca la longitud del cabello, se tapa las canas, y se pone moldeadores suavecitos. Sigue yendo de compras y su vestuario se renueva cada temporada. Pero ya sabe que nadie le notará los cambios.
El fantasma del tren
La pasada Navidad se puso mechas doradas en el pelo. Nadie se las vio. Se ha comprado un conjunto muy elegante, que nadie le ha celebrado.  

Llevó a la fiesta de fin de año un nuevo vestido de tirantes que le descubría la espalda; nadie le vio la espalda. Todos se empeñaban en tapársela con un chal que llevaba sobre los hombros y que ella procuraba dejar caer.  Como en aquella fiesta a la que fue con quince años y, rodeada de personas mayores, nadie le pasó un canapé y nadie la sacó a bailar. Ella ya no se pone triste como entonces, porque ahora ya sabe que no sabe bailar y que si no come mantiene su línea mejor. Pero ahora siente también que estaría más cómoda sentada en el sofá sin tacones ni tirantes.

Ella se queda sola, pero ya no está tan sola. Antes pensaba que había amigos alrededor y que ella también podría contar sus cosas. Ahora no le importa porque sabe que ella no está sola, porque no está allí; si nadie la ve, si nadie la escucha, si nadie la siente, si es transparente, si no tiene olor, ni tacto, ni sabor, ni vista, ni palabras que decir, es porque ya no existe.

 Porque ella ya se ha convertido en el fantasma que siempre temió ser. Tu no la ves, pero ella sigue ahí. Ella sí te ve a ti.

Escribí este cuento en el invierno de 2003 - Ha pasado mucha agua bajo el río desde entonces.