viernes, 19 de abril de 2024

EL pañuelo de lunares

Vistas a la Catedral de Lincoln con pañuelo de lunares
 Yo era de llevar pañuelos en la cabeza, sobre todo cuando hacía  excursiones con el colegio, con mi pandilla de amigos o en los viajes. Así que es normal que en las pocas fotos que tengo de mis años juveniles mi pelo aparezca cubierto por uno de estos pañuelos a los que ademas yo guardaba mucho cariño. 

El que más me gustaba era uno de colores amarillos, rojos y naranjas que me trajo mi madre del viaje famoso a París en el verano de 1964, cuando acompañó a mi padre que formaba parte del tribunal de la Revalida en el Instituto Español.

Con mis amigos uy mi pañuelo

Mi madre vino deslumbrada de aquel viaje, y no me extraña. Para ella, que lo mas exótico que había conocido era Santander en su viaje de novios o los usuales viajes a Madrid con sus tías para comprar el ajuar, París debió de ser la octava maravilla. Hablaba sin parar de las tiendas, las avenidas, los edificios y, sobre todo, de Las Galerías Lafayette.

Yo también me quedé deslumbrada en Paris

Tanto habló sobre esos grandes almacenes que a mi se me quedó grabado el nombre y siempre que he ido a Marsella, o a París,  les he hecho una corta visita como homenaje a mi madre. He comprado poco, pero algo siempre cayó. Como cayó ella en comprar en París lo que su economía le permitía, pero nos trajo pequeños y preciosos regalos para todos que yo atesoré desde ese momento.

Puede que mis hermanas no los recuerden, pero yo sí y guardo algunos de estos regalos, como el famoso pañuelo que todavía está en mi cajón de la ropa de ciclismo y de vez en cuando utilizo, ya no en la cabeza, porque llevo el casco ciclista sino en el cuello.

Pero este otro del que hoy os hablo no vino de París, aunque también me acompañó en un viaje, en mi primer viaje a Inglaterra y lo llevo puesto en esta foto frente  a la catedral de Lincoln, mas feliz que una perdiz. 

Ayer me encontré el mismo pañuelo en esta foto en blanco y negro que mi amiga Marisa, compañera del taller de cerámica me trajo con todo su cariño,- Creo que eres tu, pintando o arreglando nuestra casa de Illora. 
Con 50 años menos

Me pregunto qué hacia yo ahí arriba, junto a esa pared. Recuerdo que pasé un día con Marisa y Pepe ayudándolos a arreglar la casa que le habían dejado porque se casaban en unos meses; aquello estaba casi sin terminar y parecía una nave medio abandonada.  Después de nuestro trabajo lo celebramos comiendo pan porque Pepe era panadero, bueno era panadero en sus ratos libres, en realidad trabajaba en Correos, pero él colaboró en poner en marcha una cooperativa panadera de Illora que funcionó muy bien durante muchos años. 

Ahora Pepe ya no hace pan, ni trabaja en correos, pero ya no trabajamos nadie de los de entonces. ya han pasado cincuenta años. claro. 

Con razón cuando me dio la foto Marisa  me preguntó - ¿Eres tu? Y yo dije - Si, ese es mi pañuelo.