domingo, 21 de septiembre de 2014

Roger McGough en Segovia

La suerte de vivir en Segovia

Si tienes la enorme suerte de vivir o estar en Segovia en estas fechas, por favor, ve a ver a este gran poeta, Roger McGough, que leerá sus poemas durante el Hay Festival, exactamente el viernes 26 septiembre 2014, a las 11.30 de la mañana en San Juan de los Caballeros, una de las sedes de este Festival Literario
Como el programa del festival dice,
Roger McGough es uno de los poetas ingleses más destacados y esta lectura le confirmará como un poeta de muchas voces, hilarantes y surrealistas.
Os puedo decir que es cierto. He leído sus poemas por casualidad en algunos libros de poemas que compré para mis alumnos más jóvenes en el Instituto.
 He utilizado estos libros en clase con mis alumnos de ESO y ellos aprendieron a escribir  pequeños poemas divertidos que publicamos en la Revista del Manjón. Estaban muy orgullosos de su trabajo y yo también.
Uno de mis poetas favoritos de estos libros es Roger McGough y he utilizado algunos de sus poemas para acompañar a mis fotos en flickr o en calendarios o tarjetas

Así que si vais a Segovia, por favor, presentadle mis respetos. Decidle que yo os envié allí.

MARCH ingorders
March Ingorders"Winter has been sacked
for negligence

It appears  he left
the sun on all day"
Este es solo un ejemplo. Otros autores del libro también aparecen en mi galería del flckr con mis fotos 
Kit Wright - The Magic Box

Sue Cowling - Today  and Ten Syllables for Spring

Gerda Mayer - Shallow Poem

Shallow Poem  by Gerda Mayer
Shallow Poem

Ian McMillan - Can't be bothered to think of a title


Los poemas de Ian McMillan eran los mas populares, sobre todo este:

Ten Things Found in a Wizard’s Pocket 
A  dark night.
Some words that nobody could ever spell.
A glass of water full to the top.
A large elephant.
A vest made from spiders’ webs.
A handkerchief the size of a car park.
A bill from the wand shop.
A bucket full of stars and planets, to mix with the dark night.
A bag of magic mints you can suck for ever.
A snoring rabbit.   
Mis alumnos decían que mi cartera era como el bolsillo del mago o la bolsa de Mary Poppins porque allí podían encontrar cualquier cosa: bolígrafos, gafas, llaves (lo de siempre), pero también había tijeras, pegamento, tarjetas, juegos, casetes, cds, y fotos de gente, niños, familias, colores, calles, ciudades, animales, comida, menaje, transportes, muebles, adjetivos, preposiciones, verbos ... ¡Todo lo que yo necesitaba para mis clases!  


Estos son algunos de los pequeños poemas que mis alumnos pequeños, de 11,12, y 13 años,  escribieron en sus momentos más inspirados y sobre todo inspirados por estos grandes poetas:


Natalia escribió:
My favourite colours is yellow
My name is Kate
And I like chocolate

Ana Belén dijo:
January and February
One and Two
Black and White
How old are you?

Ida decía:
Your look is brilliant
I am sweet
Come to my house
And kiss my feet

Some Things Found in Chef's Hat    by ANA
A rotten cheese sandwich
A piece of chocolate with some cream
A fried egg with two sausages
A cup with some coffee for his tea 
A melted chocolate ice-cream                                       

Ten Things That a Magic hat has     by MARTA
- A rabbit
- A white pigeon
- A small ball
- An interminable rope
- A house with some people
- A smiling mouse
- A very long table
- All the teachers of 'Padre Manjón School'
- A magic ring
- A treasure   

¡Mil gracias a los pequeños y a los grandes poetas !
 


miércoles, 17 de septiembre de 2014

El tren


Desde el tren turístico los visitantes ven la ciudad de otra manera, y a mí, que siempre me ha gustado pasear por Granada como si yo fuera una turista, me apetecía mucho ver esa imagen. 
Por eso, este verano, un día que yo tenía que subir al Albaicín a recoger las fotos del Concurso del Agua, decidimos montarnos en el tren.

Empezamos en Plaza Nueva, frente a la Audiencia con muy pocos pasajeros, se ve que los turistas no madrugan. Seguimos junto al río Darro y llegamos al Paseo de los Tristes.
Junto al Darro
La Alhambra desde el tren
El tren subió la Cuesta del Chapíz, renqueando como una mula vieja y llegó a la Iglesia del Salvador. Paró cerca del Mirador de San Nicolás. Por el Callejón de las Tomasas llegamos hasta San Miguel Bajo
San Miguel Bajo

Justo allí lo dejamos para ir al Carmen del Aljibe del Rey a por las fotos y allí mismo lo volvimos a coger para bajar por la Cuesta de la Caba (de la Alcahaba, claro) hasta Puerta Elvira, donde se metió por  la calle Real de Cartuja, donde torció frente al Hospital Real en dirección al Triunfo.
Vistas de la ciudad

Vistas hacia arriba
Allí dejamos la Granada histórica y bajamos por la Avenida de Fuente Nueva. Supongo que para que los turistas vean que hay más cosas en esta ciudad que callejones empinados.
¡Ah! Los niños viajan gratis.
Special offer
Oferta especial para turistas guiris


Compañeros de viaje por la Romanilla
 Entramos hacia la calle San Jerónimo y por la Romanilla llegamos a la Plaza de la Trinidad. Desde ahí,  por la calle Alhóndiga, salimos a Puerta Real, tomamos la calle Ganivet y por el Realejo subió hasta la Alhambra. De verdad que no sé cómo ese pequeño tren tenía fuerzas para subir tantas cuestas.

Nosotros lo dejamos allí, frente a la entrada a la Alhambra, y bajamos el Bosque y la Cuesta de Gomérez dando un tranquilo paseo para reponernos de tanta emoción.
No me río, lo recomiendo. Ya podéis comprobar la cantidad de lugares importantes por donde hace su recorrido.

Como una turista
Os dejo unas fotos para que podáis disfrutar de este paseo tanto como lo hicimos nosotros. 






domingo, 7 de septiembre de 2014

Un buen regalo

El hombre de la moto hizo una extraña maniobra en la curva con cambio de rasante junto a la placeta del barrio. Fue todo tan rápido que al coche de la autoescuela que venía delante de mí no le dio tiempo a esquivarlo y le rozó la carga. El motorista perdió el equilibrio y cayó al suelo. Todos los nardos que llevaba quedaron esparcidos a su alrededor como si fuera el santo de un altar del mes de las flores.
Nardos


 Paré el coche para ayudarle a levantarse y el olor se nos acercó de repente y entró por la puerta. El pequeño en su sillita del asiento de atrás puso un gesto hosco sorprendido por el aroma tan fuerte de los nardos rotos.
De malas maneras el hombre me agradeció la ayuda y fulminó con los ojos a la chica que estaba agarrada a los mandos del coche de la L que acababa de parar junto a la acera. No sabía si salir y ayudar también o echarse a llorar definitivamente. Temblaba con tanta fuerza que sus rodillas casi alcanzaban el volante.
Su profesora salió y se agachó a recoger algunas varas que parecían más enteras.  El hombre le dijo que lo dejara, que ya no las podría vender. Pero ella seguía recogiéndolas. Y el hombre, cuando terminó de enderezar la moto y de sacudirse el agua del chaquetón, le dijo que se las llevara si las quería y que ya arreglaría lo del seguro con la autoescuela. En un papel arrugado y sucio que se sacó del bolsillo y con medio lápiz garabateó un nombre y un número de teléfono que ella le estaba dando mientras seguía recogiendo las flores.
"Pero déjelo ya", dijo él. "¿No ve que están rotas y manchadas? ¿No ve que no sirven para nada?"
Ella se puso de pie, llevaba los nardos en la mano. Antes de meterse en el coche de nuevo y seguir con la clase, se acercó a un banco de la placeta y depositó su ofrenda. Luego respiró profundamente, nos miró y se fue.
Era muy temprano y hacía tanto frío que podría empezar a nevar en cualquier momento. Me pregunté de donde habría sacado el hombre los nardos en esta época del año. Los últimos que yo había visto plantados al aire libre unos días antes, cuando fui a comprar flores para llevarlas al cementerio, ya estarían totalmente marchitos tras la fría lluvia, casi nieve, de la noche anterior. Aquel hombre tenía que haberlos traído de los invernaderos de la costa. Calculé que eran más de cien las varas que había perdido una mala mañana por culpa de un despiste de la futura conductora o por el suelo mojado.
 Me quedé mirando al pequeño. Se había vuelto a dormir y por su cara feliz me decía que no quería abandonar su cómodo asiento ni el calor del coche.
Llegue a mi destino, le di un beso para despertarle. Lo cogí en brazos y lo dejé en su colegio. De camino a mi trabajo volví a pasar por el lugar de la caída. Unas señoras en chándal que habían salido a hacer deporte temprano volvían resoplando y se pararon junto al banco para tomar fuerzas y despedirse hacia sus tareas en diferentes direcciones. Se asombraron de ver los nardos. No había nadie más en la placeta. Me vieron pasar y vieron que las miré y que vi cómo se repartían su botín riendo con fuerza.
“Qué buen regalo:  una hora de deporte, doscientas calorías menos  y un hermoso ramo de nardos gratis”, dijeron.
Un buen regalo

Mandé este pequeño cuento al periódico para un concurso de relato breves que iban a publicar durante el mes de agosto.
A ellos no les gustó. Confío en que os guste a vosotros.