Sucedió en verano.
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| Parque Acuático - remolinos y aventuras |
Lo primero que hicimos fue fijar un lugar de encuentro. Pusimos nuestro campamento bajo la pequeña
sombra de un arbolito junto a la piscina de
olas. Allí dejamos nuestros bártulos: las toallas, la bolsa nevera, la cesta de la comida,
siete pares de chanclas y las cremas para el sol y nos separamos dispuestos a disfrutar del ultimo rincón del parque hasta que no poder más.
Esto último es mentira, yo no me lancé por ningún tobogán ni me metí en
la piscina de olas, ni disfruté de ninguna otra atracción; sin gafas aquello me
parecía un laberinto sin salida y sin entrada y yo estaba allí en medio, de
pie junto al arbolito, fingiendo que controlaba a la pequeña tribu y confiando
en que ellos se controlaran entre sí.
¡Cinco chavales y un parque acuático! ¡Menuda aventura! Las dos mayores
decidieron ir a su aire y nosotros pensamos que los tres pequeños se cuidarían
mutuamente.
Fijamos las normas, cada veinte minutos tenían que venir al campamento y dentro
de dos horas repartiría los primeros zumos y bocatas.
- Muy bien. ¡Hasta luego!
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| Bolas de colores |
El primer control fue bien, otra capa de crema y a seguir con los baños, el
segundo también, y el tercero también bien, aunque habían pasado casi cuarenta
minutos y llegaban ya un poco remolones.
A la hora de los bocadillos el pequeño no apareció. Los demás confiaban en
encontrarlo en el punto de encuentro y nosotros también. Empecé a repartir bocadillos.
- El hambre le hará venir, pensé.
- Lo vi en el tobogán de los delfines - dijo Ara - hace como unos diez minutos.
- Yo estuve con él en el tobogán gigante. Le dio miedo tirarse y se fue al de
los pequeños - dijo Pau
Y luego ya no lo vieron más
No llegó a la hora de la comida y empezamos a buscarlo y a preocuparnos. Lo llamamos por los
altavoces, pero era imposible entender su mensaje, la música y los ruidos lo
volvían ininteligible.
Nos separamos en todas direcciones.
- Está aquí, no se puede haber ido, nos decíamos
- Ya, pero, ¿dónde está?
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| En el remolino |
La hora de comer reunía a las familias bajo las sombras, en el autoservicio y en
el quiosco de las pizzas. Era el momento más tranquilo del parque acuático.
De pronto lo vimos, allí, en la piscina
de las bolas, disfrutando sin que nadie le avasallara ni le molestara, con
todos los chorros, las pelotas y el agua para él solo.
- Joan, ven aquí. Te estábamos buscando. ¡Te habías perdido!
- No, yo NO me he perdido. Yo sabía dónde estaba. ¡Erais vosotros los que estabais
perdidos!
Eso dijo Nico la otra noche. Éramos nosotros los que andábamos perdidos.