Precioso vestidos de verano fuera de mi alcance |
No me gusta el cambio de temporada de estos días, nunca me gustó. Ahora las cosas son diferentes pero cuando era adolescente odiaba el cambio de temporada: no tenía ropa para enfrentarme al buen tiempo y no tenía dinero para compras. Durante el invierno aguantaba la ropa que usaba porque todas vestíamos igual aunque no lleváramos uniforme al colegio. Íbamos siempre discretas, modositas, con jerséis hechos por nuestras madres, vestidos confeccionados en las casas por la costurera, un vestido especial hecho por una modista, algo nuevo en época de rebajas, chaquetas y abrigos heredados de una tía o de una hermana mayor, faldas por debajo de la rodilla, nada de pantalones y con calcetines hasta el viaje de estudios de sexto.
Bragas de cuello alto |
La ropa era para mí una pesadilla. Ir de compras con mi madre otra peor. No
soportaba que en la tienda ella dijera; --¿Qué tienes para esta pollita? Ni me venía bien la talla grande de niña, ni
la pequeña de señora. Era una pollita.
Las camisetas de ahora, de miles de colores |
Entonces en las tiendas no había ropa informal y juvenil para nosotras y además había muy pocas tiendas de confecciones. No se hacía ropa joven y por supuesto no se hacia ropa interior apropiada para jovencitas.
Un circo de dos pistas |
Los sujetadores eran enormes. Como dice la mujer de Marlon Brando en La Condesa de Hong Kong cuando saca de un cajón uno que le habían traído a Sofía Loren porque se metió de polizón en el barco con solo un vestido de fiesta: --¡Esto es un circo de dos pistas! Así eran: grandes, rígidos, puritanos. Y las bragas, cuando ya no tenías edad para usar las de crochet hechas por la madrina o la tía apañada, eran de algodón o de espuma, tan altas que eran casi de cuello alto.
No había vaqueros, no había camisetas modernas - no las interiores de tirantes o de manga larga siempre blancas- ni mallas o pantalones de deporte, ni zapatillas de deporte, solo las bambas con las que hacíamos la gimnasia, luego llamada educación física. Por no hablar de los puchos (pololos) que nos hacían ponernos bajo la falda del uniforme de gimnasia.
La ropa que ahora casi te regalan en las grandes cadenas textiles no existía, y si algo había no estaba al alcance de las economías de la clase media.
Batas, fajas, sostenes - Un horror |
Ahora sí hay medias bonitas |
De adolescente, mi madre me obligaba a llevar faja - o porque mi barriga ya fuera entonces prominente, o porque una faja era la mejor defensa para un posible ataque por parte de un posible novio. Lo bueno es que le podía enganchar esos artilugios diabólicos - ligueros- y me sujetaba las medias más cómodamente que con las ligas. Después supe que aquellas infraestructuras eran sexy. ¡¡Para mí eran lo más parecido a un cilicio!!
Viaje de Estudios a Mallorca - Nuestra ropa en 1969
Además existían las combinaciones y los forros para que la ropa no se trasparentara. Joder, si cuando yo tenía 16 años, ¡¡llevaba más capas que una cebolla!! Sostén, camiseta, bragotas, faja, combinación, camisa, jersey o rebeca, medias y falda, ¡¡y falda por debajo de la rodilla!!
De mayor, durante mucho tiempo, sentía que iba desnuda cuando solo me ponía las
braguitas, ahora sí, y un vestido ligero de verano.
No, definitivamente, la ropa y yo nunca hemos sido muy amigas.