Cuando
llegué a casa de mi madre me la encontré preparando la comida de ese domingo. Tenía
invitados pero prefiero no recordar quiénes eran.
Ella estaba
en la cocina rellenando unos volovanes con esa bechamel que ella sabe hacer tan cremosa y
sabrosa. Para segundo plato me dijo que tenía solomillo de cerdo y cuando entré en la
cocina lo estaba atando para saltearlo y cocinarlo con cebollitas y buen vino.
Lo tenía encima de la tabla de madera y vi que estaba utilizando hilos de
colores; los sacaba de unos pequeños ovillos que tenía en una de sus
maravillosas cajas de lata de su cuarto de costura. Eran los restos de sus
labores de perlé que han ido sobrando de todos los jerséis que ha hecho en su
vida.
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Hilos de colores |
--Pero
mamá, ¿no ves que esos hilos tienen colorantes? No son apropiados para comérselos.
Eso no es el colorante de la paella. Puede ser peligroso.
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Hilos en el puente del ten en el Cerrillo de Maracena |
--Llevo haciéndolo toda la vida. ¿Qué más da?--
dijo ella. --Todo se cuece. No pasa nada porque use hilos de algodón de colores. Mira
todos los que tengo, nos los voy a tirar. Más sabor le darán, si acaso.
¿Para qué iba a discutir con ella? Lleva toda la vida haciendo lo que le sale
del alma. Pero me fui a casa dándole vueltas a la cabeza. Seguía pensando en el
asunto de la seguridad alimentaria, ahora que se habla tanto sobre el tema,
mientras preparaba una ensalada para la comida de hoy.
Cuando
saqué del frigorífico los huevos que cocí ayer para pelarlos y echarlos a la
ensalada, sonreí al ver las caritas que había dibujado en ellos.
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C de cocidos - en el frigo |
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Huevos con caritas |
No sé
por qué critico a mi madre si yo tengo la desfachatez de usar un rotulador indeleble,
del de marcar los DVD, en los huevos cocidos para distinguirlos de los crudos.
Empecé haciendo una C de cocidos, y más tarde la C se convirtió en una boca
sonriendo, poco a poco me animé y ahora les dibujo ojitos, nariz y hasta un poco de
pelo.
De tal
palo, …