Lo mejor de que te toque un
premio es cuando ni siquiera has participado en el sorteo.
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Los regalos de Sara y la bata-manta |
A mí me
tocó un premio de esos, sin participaciones ni boletos, en una tarde de encuentro familiar con regalos de amigo invisible en la Navidad del año pasado. Me apunté tarde a una visita a tía Mami para poder
charlar con ella y con el resto del grupo y cuando terminamos el café y el
roscón de Reyes, que alguien llevó para la merienda, todos, menos yo - que vergüenza-
sacaron sus regalos, los pusieron encima de la mesa y dijeron, -- Este para Isa,
este para Nico, este para Pablo, este para María Luisa, este para Mar, ¡este para tí!
Lo de adjudicar los regalos al
azar me recordó a cuando jugábamos a las prendas y
nuestra tía Isa se ponía todas nuestras prendas en el regazo y con una prenda escondida
en su mano, decía al resto - ¿Que tiene que hacer esta persona para recuperar su
prenda? y el resto de chiquillos sugeríamos los 'castigos': "Que diga tres
veces 'Sardinas al Pie de la Torre', que dé dos vueltas a la casa marcha
atrás, que me traiga un caramelo, que cuente del 100 al 1 de dos en dos." Y cuando tía Isa abría la mano y tu prenda estaba ahí y se había aprobado tu sugerencia
de decir lo de las sardinas, eras tú quien se tragaba la respuesta
del grupo cuando pronunciabas esa especie de sortilegio. -Sardinas al pie de la
Torre - Mierda p'al que las pregone. ¡¡¡Tres veces!!!
Esto era un inciso. Lo que
quería decir es que a mí me tocó un regalo el día que fuimos a la residencia
de María Luisa y me vine a casa muy contenta del buen rato pasado y de llevar
en brazos un enorme paquete, ligero para su tamaño, que parecía algo calentito. -Es una bata manta, --alguien me dijo. Y yo respondí: No tengo ni idea de qué estás hablando.
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¡Gracias, Tere! |
Cuando mi prima Carmen me explicó lo que era, me di cuenta de que justo unos días antes mi hermana Tere me había regalado algo parecido por Navidad, una chaqueta de estar
en casa muy calentita, un maravilloso detalle por su parte, pero un poco intencionado. Creo que insinuaba que en mi casa hace mucho frío, ya que siempre me
pide mi forro polar para estar con nosotros y me pareció que sería ella quien
la iba a utilizar más. Yo, al fin y al cabo, vivo en esta casa y estoy curtida
en el frío, tan curtida como lo estábamos todos los miembros de nuestra gran
familia cuando vivíamos en el piso de la calle Manuel de Falla, un último piso
que daba a tres calles, sin calefacción y sin aire acondicionado y nos calentábamos
con braseros porque mi padre no se fiaba mucho de las estufas de butano. Él,
que era químico, sabría qué extraños y tóxicos gases salían de la combustión
del butano y solo las autorizaba en el salón porque era grande, pero nunca en
los dormitorios. Allí los inviernos no
eran helados, eran gélidos. Como en mi casa, más o menos. Así que yo
agradecí la chaqueta de Tere, aunque ella la usaba en sus visitas.
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Me queda perfecta - dijo, y no se la quitó en todo el tiempo |
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Mi regalo para Sara |
Cuando llegué a casa y abrí el regalo del amigo invisible y vi esta hermosa bata manta pensé que yo no la iba a usar, ya tenía algo parecido. Y se la guardé a Sara. Intuí que ella la iba a usar más que yo.Al día siguiente Pedro y yo preparamos los regalos para los nietos y demás familia en el salón de casa, como hacían los Reyes Magos cuando éramos pequeños. Cada silla o trozo del sofá grande tenía un montoncito de regalos con el nombre y yo puse mi regalo para Sara en su rincón. Ellos llegaron a la hora de comer y apenas abrió el paquete, Sara se enamoró de la bata-manta. Se la puso y no se la quitaba nada más que cuando Lucas era mas rápido que ella y se la ponía él.
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Sigo pensando que a ella le quedaba mejor |
Y así pasó la Navidad. Yo insistí en que Sara se llevase la bata con ella a Marsella, pero ya no había más sitio en el coche, y no hubo modo de que Sara y yo convenciéramos a Elvi, que prefería, sensatamente, unos litros de buen aceite o unos paquetes de jamón a incluir en su equipaje aquel enorme bulto..
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Muy bien abrigaditos, todos y todas |
Este año he sido yo quien ha descubierto los encantos
de la bata-manta. Hasta ahora nunca la había utilizado, pero hace unos días lavé mi
bata de estar en casa, Isa se había puesto la chaqueta de Tere y como me encontré la bata-manta por ahí, me la puse y
aun no me la he quitado. Ahora siempre me la pongo cuando estoy en casa. Parezco un inmenso oso panda de color azul, un esquimal o una bata con
patas, pero no me importa. He dejado los prejuicios estéticos aparcados hasta
la primavera y como decía el refrán -Ande yo caliente y ríase la gente.
¡ La bata-manta me ha abducido!
Si queréis, podéis también reíros vosotras, como yo me parto cuando me veo con esta pinta en el espejo. Solo que aun no me atrevo a poner mi foto
vestida de igloo, pero todo llegará.