miércoles, 5 de febrero de 2020

Tortas de cartón

Las tortas de cartón, como llamaba mi padre a las tortas de INÉS ROSALES, son mi magdalena de Proust. No me hace falta ni siquiera probarlas, ya sé cómo saben, - aunque ahora las vendan de muchos sabores y colores -. La torta tradicional es la que evoca mis recuerdos. Solo con verlas en el Mercadona, o en la vitrina de dulces de la cafetería, ya me acuerdo de mi padre. El hombre aparentemente tranquilo, y de costumbres aparentemente inmutables.     
El Ministerio

 Por ejemplo,  mi padre era hombre de costumbres fijas: siempre que viajaba a Madrid se alojaba en el Hotel Inglaterra, por ejemplo. Decía que estaba muy cerca del Ministerio, que era a donde él se dirigía para las reuniones oficiales a las que le convocaban. En el hotel ya lo conocían, por eso siempre paraba allí cuando viajaba por motivos de trabajo.
   Le gustaba viajar de noche en el tren. Cogía el Ter a las ocho de la tarde y no tenía problemas para dormir en el coche-cama o en una litera. Llegaba a Madrid por la mañana, con tiempo de pasar por el hotel, arreglarse un poco e irse para su reunión del día.
Revistas de la época
   Antes de que el tren partiera de la estación, pasaba por el quiosco que había en el andén y se compraba alguna revista de actualidad, La Gaceta Ilustrada, La Actualidad española, un librito de crucigramas- palabras cruzadas para él, y alguna novela de Agatha Christie, que un par de horas más tarde descubría que ya había leído, no una sino al menos cinco veces en sucesivos viajes en tren. Además de que tenia la colección completa en casa. 
    Creo que siempre tuvo la ilusión de que la señora Agatha Christie  publicara nuevas novelas para sus viajes, pero no era así y él olvidaba los títulos, no reconocía las portadas y las volvía a comprar. Se la volvía a leer durante el viaje y la dejaba abandonada en el asiento de su compartimento. Decía que no le importaba, que había olvidado quien era el asesino desde una lectura hasta la siguiente.
    El viaje de regreso era parecido: tren nocturno, doce horas para llegar a casa. No se quejaba, le gustaba leer en el tren, resolver las palabras cruzadas y seguramente charlaba bastante con sus compañeros de departamento. Era un hombre muy sociable.
Como entonces fumaba y se podía fumar en el tren, seguro que pedir fuego u ofrecer un cigarrillo eran  la excusa perfecta para comenzar las charlas.  
 
Cafetería Goya hace mucho tiempo
 Cuando volvía a su rutina de trabajo en la ciudad, siempre iba a desayunar al mismo café -
la cafetería Goya- en la plaza de la Trinidad, muy cerca de su trabajo. Es extraño que  esta cafetería haya sobrevivido hasta ahora.

Tortas de cartón
    Para desayunar siempre pedía un café con leche y un bilbaíno - un bollo, no un oriundo de Bilbao, y si no tenían, pedía una torta de cartón con su café, y explicaba que él llamaba así a las tortas de Inés Rosales, esas que son muy delgadas y vienen envueltas en papel un poco encerado. 
    Siempre dejaba propina y siempre era muy amable con los camareros a los que llamaba a voces o con grandes gestos de sus manos si se habían olvidado del vaso de agua que siempre tomaba con su café o para pedirles la cuenta.
     Cuando terminaba el desayuno, limpiaba las migas del mostrador, despejaba todo lo que tenía delante, sacaba su portamonedas, como él llamaba al monedero, y esparcía las monedas para ver si tenía dinero suelto para pagar y para dejar la propina habitual. 
     Si los camareros lo conocían en la cafetería, y solían conocerlo porque no le gustaba cambiar sus ritos mañaneros, estos rituales eran más sencillos: no tenía que llamar a nadie y no tenía que explicar lo de las tortas de cartón.
      Después del café volvía a su trabajo. 
      A mi me gustaba ir a desayunar con él y compartir estas costumbres matinales. Por eso a mi también me gustan estas tortas de cartón.

11 comentarios:

  1. Me encanta esta storia de tu padre y las tortas de carton.

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    1. Tengo muchas historias de mi padre. Creo que podria escribir un libro!
      Gracias por pasar por aqui, Ilse

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  2. A mí, también, me gustan las tortas da aceite.

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    1. Gracias! Te echaba de menos, aunque comprendo que debes de estar liadísima. Un beso!

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  4. ¿Estás segura de que era el TER? Me parece recordar que estos trenes, lo mismo que los anteriores TAF, hacían el viaje a Madrid de día y era el Express el que lo hacía de noche, con literas, coche cama y departamentos.

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    1. La verdad es que no estoy nada de segura al respecto. Llevarás razón. Yo recuerdo el tren nocturno a Madrid, con sus literas y su lentitud, pero no se si era un TER, un TAF o un Expreso. ¿No había también un TALGO en aquella época para ir a Madrid?

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    2. Era el Express el nocturno y era de vapor, con la carbonilla que te entraba en los ojos si te asomabas. Luego vinieron ya los llamados automotores, primero el TAF, luego el TER y al final el Talgo, que es el que ha durado hasta que nos dejaron sin tren a Madrid. Lo recobraron un poco de tiempo por las protestas, pero volvieron a quitarlo cuando empezó a funcionar el AVE.

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    3. YO también recuerdo cómo la carbonilla nos entraba por los ojos si te asomabas por la ventana del tren. Los niños lo hacíamos en los túneles, y entonces te ponías toda la cara negra.

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