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jueves, 19 de marzo de 2020

Viento del desierto


EL cielo naranja por la nube de polvo sahariano
Lo que os traigo hoy, una historia que sucedió en Casablanca, hace ya muchos años, también habla de encierro aunque aquel fue mucho mas breve que el que estamos sufriendo ahora.
La he traído a mi blog para entreteneros en estas largas jornadas y porque esta mañana el desierto había llegado hasta la casa y la luz del sol tamizada por el polvo sahariano me trajo recuerdos del pasado. 
Si queréis saber más cosas de nuestro año en Casablanca podéis leer este otro post antiguo de mi blog: Siempre nos quedará Casablanca.
 
Polvo o arena
"El primer impacto llegó con el viento. Nada más aterrizar, ya vi el viento agitar los carteles y los cables en la pista y por el camino a la ciudad. Los árboles del pequeño bosque que atraviesa la carretera se movían amenazando caerse y cortar el tráfico y se veía a la gente correr buscando refugio.
Pero al llegar a la casa fue cuando el aire caliente se hizo palpable, el viento se convirtió en polvo rojizo, era del color del desierto. La arena no solo se tocaba, se comía, se metía por los ojos, los dientes y la ropa.
El desierto de Tunez
Desierto

Estábamos en medio de un autentica tempestad de arena sin estar en el desierto.
El cielo se estaba poniendo rojo, el viento era rojo, la cara y las manos se me pusieron de color rojo. Yo me preguntaba de donde podía haber salido tanta tierra.
Sin miedo, porque entonces no teníamos miedo, salimos a dar un paseo y hacer unas compras, pero nos sorprendió la tremenda fuerza del viento.
Beduina
En el desierto de Túnez
 Parecía que los remolinos que se formaban en los cruces de las calles podrían tragarnos a los viandantes como si fueran los remolinos de la corriente de un rio. Pero estos remolinos de viento no te tragarían ni te llevarían al fondo del agua, estos te empujaban y trataban de subirte por los aires.
Tuvimos que parar un momento y entrar en un portal y solo agarrándonos a los postes de la acera dábamos unos pequeños pasos.  No podíamos cruzar la calle, era imposible avanzar.
Envueltos en grandes pañuelos
Íbamos masticando y respirando piedrecitas, nos tapábamos la cara con un gran pañuelo y nos reíamos de haber adquirido en un momento el aspecto de los mismos beduinos aunque no teníamos camellos y necesitábamos un taxi para volver a casa. Pero no había nadie, no había trafico. Esperamos.

Marché de Noailles en Marsella
Marché de Noailles en Marsella - podría ser Casablanca
Durante la semana anterior a nuestra llegada, la Plaza de Mohamed V, toda la avenida principal y los parques y jardines de la ciudad habían sido adornados para celebrar la fiesta nacional. Había pancartas, banderas, mástiles, monumentos de latón y guirlandas de bombillas de colores que cruzaban todas las calles. 
La famosa calle Larios
Adornos por las calles en Malaga

Ahora todos estos adornos temblaban haciendo un ruido infernal. Volaban trozos de banderas y de postes y las bombillas se apagaban y saltaban en chispazos. El gran remolino de viento quería tragarse todos los restos de la fiesta. Los mástiles arrancados de sus agujeros se atravesaban por las aceras. Teníamos que andar con cuidado de no tropezar con algo que caía del cielo o se levantaba del suelo. 
Aire del desierto
Arena
A windy day - as usual-
El viento en la playa

Los destrozos en la decoración de las calles recordaban a la desbandada de un ejército en retirada, derrotado en la batalla. Pero había sido una pelea desigual.
Llegamos a casa y cerramos todas las ventanas. Tras los cristales se oía al viento sentirse el dueño de toda la ciudad y de todos sus habitantes: hombres, animales y plantas.
El polvo del desierto también llega a nuestro patio
El viento nos obligaba a encerrarnos y dejarle toda la ciudad para que él se paseara libremente a su antojo entre las flores arrancadas y los cubos de basura tirados por el asfalto, entre las casas y las calles y también intentaba meterse en casa con nosotros por las rendijas de las puertas y ventanas. Por los respiraderos del cuarto de baño y de la cocina se le oía aullar como a un alma en pena. 
V
La Gran Mezquita de Casablanca
Y esperamos, como se aprende a esperar en este país: mirando al infinito, con un vaso de té entre las manos y una conversación que languidece poco a poco y no se termina nunca. Como si el viento, los días que pasan, el sol que se levanta y se pone y las flores que florecen en cualquier lata de aceite, fueran acontecimientos sin principio ni fin, eternos, y por tanto, tratar de encontrarles un límite temporal fuera algo impensable que ni siquiera merece la pena plantearse. Todo es como está, como lo ves, como está dispuesto. Y si no te gusta el viento, espera. Y esperamos.
Con una paciencia que nunca habíamos tenido ocasión de poner en práctica, permanecimos dos días sentados dentro de la casa, contemplando desde la ventana el aire rojo de la arena y la ciudad amenazada por un posible vuelo repentino.
Pasando el tiempo
Esperando


Esperábamos como si aquello fuera un sueño que nos envolviera arrastrándonos en un largo viaje. ¿A dónde iríamos? ¿Donde colocaría Alá a esta ciudad transportada por el viento? ¿Nos llevaría el polvo con él de regreso al desierto?
Hubo un poco de calma y aparecieron las nubes negras y la lluvia.

Cerramos los ojos un momento y todo había cambiado. Ya no había cielo rojo, ni nubes rojas.
Al salir sonreíamos; ahora entendíamos un poco mejor su forma de vestir y su paciencia infinita. La lluvia limpió la ciudad y vimos que ésta había permanecido en su sitio. Estaba donde siempre, a la orilla del mar y muy lejos del desierto. 

Pero nosotros seguíamos, a pesar de todo, viviendo lejos de la ciudad y lejos de la gente que en ella vivía. Por unos momentos el viento nos había acercado a la ciudad y a sus gentes. Al parar, volvimos a ser distintos."



martes, 28 de agosto de 2018

Yo también subía

Subida a la Alfaguara - Vega y Sierra Elvira al fondo
Cuando eramos ciclistas La Sierra de la Alfaguara, en el Parque Natural de la Sierra de Huétor, era como nuestro jardín privado. 
Little boxes
Vistas desde el Mirador de la Alfaguara
Al menos una vez en semana hacíamos la ruta que ayer hicieron los ciclistas de la Vuelta a España en su parte final.

Mirador Sierra de la Alfaguara
Nívar, 16 kilómetros y 450 metros de desnivel desde casa, era nuestra puerta de entrada en la Alfaguara. Pasado el pueblo, solíamos hacer una breve pausa en el Mirador de la Alfaguara para disfrutar de las vistas y hacer unas fotos y ahí empezaba la subida hasta el campamento por esta cuesta con varias curvas muy cerradas, que veis en la foto.
Campo de peonías
Las peonías en la carretera de subida al campamento de la Alfaguara
En cualquier época del año esta ruta tenía un atractivo especial, pero subir en verano, como vimos ayer, por la tele, era una penitencia. Hacía muchísimo calor y por allí no hay fuentes. 
Aulagas y romero

Descanso en las rocas
Lo mejor era subir en primavera. Disfrutábamos con las aulagas - las primeras flores- peonías, orquídeas, penitentes, jaras, flor del espino, piornales, las plantas aromáticas - romero, lavanda, tomillo y otras muchas flores, o bien subir en otoño - entonces, en las pausas, comíamos moras. 
En invierno a veces la nieve y el hielo en las umbrías nos acompañaban un rato hasta que ya era muy peligroso seguir adelante. Entonces nos volvíamos a poner toda la ropa que nos habíamos ido quitando mientras subíamos - el segundo par de guantes, la camiseta térmica, la bufanda, el forro polar y lo que hiciera falta y nos dejábamos caer a tumba abierta por el asfalto hacia Nívar, de nuevo, tiritando de frio y sujetando los frenos con las manos ateridas. Una autentica locura. ¡Mi limite eran los 60kms por hora!
Red spots
Frutos de otoño en la Alfaguara

Ropa de invierno

Sin embargo yo nunca subí tan rápido como ayer iban los ciclistas. De hecho a veces subía tan despacio que controlaba cada flor y cada piedra de las cunetas, o bien vigilaba cómo la basura había aumentado después de un fin de semana. 
Alguna vez comprobé que si subía las cuestas empujando a la bici iba mas rápido que si subía montada en ella. Pero yo prefería subir pedaleando. Mi paciencia como ciclista podía ser ilimitada. 
¡Santa Paciencia!

Y la paciencia de los que me esperaban afortunadamente también lo era.


Os dejo unas fotos para el recuerdo, antes de que me entre la nostalgia y me ponga a llorar. 
Los descensos - siempre a tope

De repente, un recuerdo
Subiendo al Campamento de la Alfaguara - Mirador



Mi bici en Fuente Grande - Alfacar
Orquídeas de la Alfaguara
Orquídeas - Cogollos Vega al fondo
Jaras
Mas orquídeas - Cuesta del Campamento

En la pista de la Alfaguara
Pista central de la Alfaguara
Alfaguara con nieve
Peñón de la Mata con nieve  y mi bici
Las urbanizaciones de Alfacar desde el Mirador - No todo son flores

domingo, 10 de julio de 2005

La vida sigue

El verano sigue adelante: sigue el calor, sigo aguantando mi brazo roto. Sigo yendo a que me hagan la cura cada tres o cuatro días, sigo mirando el agua de la piscina dese lejos. Sigo leyendo y escribiendo y voy a ver si sigo publicando fotos.
¡Ah! y tambien veo pelis en el DVD. Ayer vi "Closer" y me gustó, aunque se me quedó el corazón encogido con la historia de 'amor' de estas cuatro personas, pero por otra parte aprendí mucho vocabulario nuevo, ya que la ví en inglés: insultos, tacos, y cosas así. Utiles para la vida cotidiana, pero no para clase.