![]() |
El lavadero del patio grande |
Y nos íbamos felices con ella al patio grande de atrás que estaba lleno de rincones misteriosos y peligrosos: el lavadero con dos enormes pilas de cemento junto al cuarto de baño de la lavadora BRU que daba vuelta a la ropa hasta que la dejaba medio limpia, la cocinilla donde se hacía la matanza y donde los pequeños no podíamos entrar, y, al fondo del todo, el corral de las gallinas, justo debajo de una de las cámaras en donde se guardaban las pilas de grano en las que estaba terminantemente prohibido revolcarse - "Hay ratas", --nos decían. Yo no se si eso era cierto, lo que se es que el grano te producía unos picores tan grandes que tenias que meterte en la pila directamente para poder aliviarse
![]() |
Patio lleno de maleza - al fondo las puertas del gallinero |
Cuando llegábamos a ese último rincón de patio y mi abuela abría la puerta, esa que se ve en la foto detrás de mi tía Isabela, las gallinas venían a saludarnos por si les traíamos su comida, el salvado mezclado con serrín y agua en un cubo de zinc.
Pero eso era más tarde, ahora veníamos a recoger los huevos, no a darles de comer. Ellas picoteaban alrededor de mis pequeños pies buscando comida y a mi me daban un poco de miedo y mucho asco de pisar la porquería que había por todo el suelo.
El corral olía muy mal y no me hacia ninguna gracia meter la mano en los ponederos, donde a veces aun había alguna gallina que otra a ver si habían dejado cada una su huevo correspondiente.
Yo creo que era la abuela la única que metía la mano en el ponedero y levantaba la gallina. Entonces nos daba los huevos para que los pusieramos en la cesta.
Estoy segura de que no hice muchas veces esta tarea porque éramos muchas criaturas para ayudarle, pero yo aun recuerdo el mal olor del estiércol que siempre asocié con las gallinas del corral de la abuela. Ese estiércol que varias veces al año, después de limpiar el corral, unos hombres se llevaban para abonar los campos en Begijar en un carro tirado por burros que entraba por el gran zaguán de la casa hasta el fondo del patio.
![]() |
Parecen pollitos, ¿verdad? |
Se esconden entre la maleza |
En este patio* del que tú ya tuviste conocimiento, no había limones, pero sí tenían un limonero los vecinos de al lado por la parte de la calle, tan cerca de nuestra entrada, que algunas veces las ramas nos rozaban al salir, por lo cual, los vecinos consideraban que el limonero era también un poco nuestro y nos permitían coger todos los limones que estaban a nuestro alcance. Y parece que fue ayer cuando mi madre estaba cocinando y me decía: "Mira a ver si hay algún limón maduro"... Y yo salía al portal y desde la escalera que bajaba a la calle alcanzaba con trabajo un limón medio amarillo. Algunas veces, la vecina dueña del limonero, me veía haciendo equilibrios y desde su ventana cogía otro mejor y me lo lanzaba. Yo le daba las gracias y se lo llevaba a mi madre, que me decía: "Cuando haya albaricoques y nísperos, acuérdate de que hay que darle a doña María"... Intercambio de cosechas, se podría llamar eso.
ResponderEliminar* https://el-macasar.blogspot.com/2010/01/el-patio.html
Blogger está cada día más fastidioso y hoy no me ha dejado insertar el enlace...
ResponderEliminarGracias por la visita y no te preocupes que he podido volver a tu patio.
EliminarAy, mi patio... Se fue como tu casa de Manuel de Falla.
EliminarPrometo ayudarte a recoger y llevarme limones en la próxima visita ;)
ResponderEliminarQué cabeza la nuestra. ¡¡¡Tienes que volver a vernos y llevarte los limones!!!!!
ResponderEliminarExacto, acabo de acordarme
ResponderEliminarMira, en esta foto se ve el limonero de la vecina.
ResponderEliminarhttp://el-macasar.blogspot.com/2009/09/los-ninos-de-la-posguerra.html