lunes, 3 de junio de 2024

Tiempo de recoger


El lavadero del patio grande
Mi ritual mañanero se parece al que hacia con mi abuela cuando pasábamos unos días con ella en la casa del pueblo. Después del desayuno  le decía a cualquier pequeño/a que estuviera rondando cerca de ella mientras le daba una cestita, "Vamos a recoger los huevos al corral. "

Y nos íbamos felices con ella al patio grande de atrás que estaba lleno de rincones misteriosos y peligrosos: el lavadero con dos enormes pilas de cemento junto al cuarto de baño de la lavadora, la cocinilla donde se hacía la matanza y donde los pequeños no podíamos entrar, y, al fondo del todo, el corral de las gallinas, justo debajo de una de las cámaras en donde se guardaban las pilas de grano en las que estaba terminantemente prohibido revolcarse - había ratas, decían. Yo no se si eso era cierto, lo que se es que el grano te producía unos picores tan grandes que tenias que meterte en la pila directamente. 

Patio lleno de maleza - al fondo las puertas del gallinero

Cuando llegábamos a ese último rincón de patio y mi abuela abría la puerta, esa que se ve en la foto detrás de mi tía Isabela, las gallinas venían a saludarnos por si les traíamos su comida, el salvado mezclado con serrín y agua en un cubo de zinc. Pero eso era más tarde, ahora veníamos a recoger los huevos, no a darles de comer. Ellas picoteaban alrededor de mis pequeños pies buscando comida y a mi me daban un poco de miedo y mucho asco de pisar la porquería que había por todo el suelo.

 El corral olía muy mal y no me hacia ninguna gracia meter la mano en los ponederos, donde a veces aun había alguna gallina que otra a ver si habían dejado cada una su huevo correspondiente.

 Yo creo que era la abuela la única que metía la mano en el ponedero y levantaba la gallina. Entonces nos daba los huevos para que los pusieramos en la cesta. 

Estoy segura de que no hice muchas veces esta tarea porque eramos muchas criaturas para ayudarle, pero yo aun recuerdo el mal olor del estiércol que siempre asocié con las gallinas del corral de la abuela. Ese estiércol que varias veces al año, después de limpiar el corral, unos hombres se llevaban para abonar los campos en Begijar en un carro tirado por burros que entraba por el gran zaguán de la casa hasta el fondo del patio.

Parecen pollitos, ¿verdad?

En estos día primeros del verano recuerdo esta tarea en la que acompañaba a mi abuela,  aunque yo no tengo gallinas, porque tengo un limonero que rebosa de frutos y del que se caen los limones maduros constantemente

El calor o la más ligera brisa hacen que el suelo se cubra de amarillo durante la noche y por la mañana yo salgo con mi cestita y rebusco y recojo los limones de entre las plantas del suelo.
  
Hay días que tengo que recoger la cosecha dos o tres veces. Aparto las hojas de las margaritas, la mata de pimientos o los tomatitos cherry y allí escondidos están los limones, tantos que ya no se qué inventar para gastarlos.

Hoy el muchacho que vino a arreglar la depuradora me rechazó una bolsa de limones. - Mi suegra tiene un terreno y tampoco sabemos qué hacer con ellos, -me dijo. 

Yo creo que los voy a llevar al mercadillo y se los voya regalar a quien tenga el valor de llevárselos ¡¡GRATIS!! 

Se esconden entre la maleza
 Porque parece que este año el limonero no va a parar nunca de dar limones como a mi me parecía  que hacían las gallinas de la abuela. Ella cada día recogía los huevos, como yo los limones y en su casa siempre había montañas de  huevos en la alacena que mis tías utilizaban para hacer flanes, bizcochos, dulces y comidas riquísimas.  
Las gallinas además eran la base del pequeño negocio de huevos de la abuela. Ella los vendía a las vecinas que llegaban con sus cesta de alambre a la hora de la siesta a comprar una o media docena y a echar un ratito de charla.
Yo solo se hacer zumo para limonada

 Mi abuela también tenía un gran limonero en el patio de atrás junto a una gran tinaja donde yo me escondía para que nadie me encontrara cuando jugábamos al escondite.  Yo siempre fui una niña tranquila.  
El pozo

Así que los limones me traen el recuerdo de su patio, sus gallinas y su pozo

7 comentarios:

  1. En este patio* del que tú ya tuviste conocimiento, no había limones, pero sí tenían un limonero los vecinos de al lado por la parte de la calle, tan cerca de nuestra entrada, que algunas veces las ramas nos rozaban al salir, por lo cual, los vecinos consideraban que el limonero era también un poco nuestro y nos permitían coger todos los limones que estaban a nuestro alcance. Y parece que fue ayer cuando mi madre estaba cocinando y me decía: "Mira a ver si hay algún limón maduro"... Y yo salía al portal y desde la escalera que bajaba a la calle alcanzaba con trabajo un limón medio amarillo. Algunas veces, la vecina dueña del limonero, me veía haciendo equilibrios y desde su ventana cogía otro mejor y me lo lanzaba. Yo le daba las gracias y se lo llevaba a mi madre, que me decía: "Cuando haya albaricoques y nísperos, acuérdate de que hay que darle a doña María"... Intercambio de cosechas, se podría llamar eso.

    * https://el-macasar.blogspot.com/2010/01/el-patio.html

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  2. Blogger está cada día más fastidioso y hoy no me ha dejado insertar el enlace...

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    1. Gracias por la visita y no te preocupes que he podido volver a tu patio.

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    2. Ay, mi patio... Se fue como tu casa de Manuel de Falla.

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  3. Prometo ayudarte a recoger y llevarme limones en la próxima visita ;)

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  4. Qué cabeza la nuestra. ¡¡¡Tienes que volver a vernos y llevarte los limones!!!!!

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