domingo, 20 de agosto de 2023

Peces con ojos verdes

Peces con ojos verdes

Soy de una generación intermedia, ni tan tradicional como mis padres, ni tan moderna como nuestras hijas y, aunque éramos progres e izquierdosos, estuvo muy claro desde el principio que nuestras parejas masculinas no iban a colaborar en la casa al 50% como ahora sí hacen. 

Por eso las mujeres de mi edad que trabajábamos fuera de casa, igual que ellos, acudimos al remedio que nuestras madres habían usado toda la vida de dios - ellas porque tenían una buena prole, no por trabajar fuera de casa - que era buscar señoras apañadas que nos limpiarán la casa mientras nosotras dábamos clase, trabajábamos en el hospital, íbamos a la oficina, corríamos de un sitio a otro.  Parte de nuestro sueldo se empleaba en pagarles el sueldo a ellas, pero, como decía mi madre, era el mejor uso posible del dinero y yo siempre lo pagué con gusto.

Mis hermanas, primas, amigas y compañeras de trabajo de esa época les debemos un monumento a esas señoras que echaban unas horas en nuestras casas unos días a la semana y nos quitaban los problemas domésticos de encima;  los problemas domésticos por partida doble: limpiaban la casa, cuidaban a los niños, planchaban, a veces cocinaban y nos evitaban auténticas discusiones estresantes e inútiles con nuestros - inútiles para tareas domésticas- maridos. Estaba muy claro que ellos no iban a hacer esas cosas y nosotras no estábamos dispuestas a cargar con más peso del que ya llevábamos.

Así que cuando Gracia, la señora que nos 'ayudaba en casa' - como decía mi amigo progre José Alberto -  cuando vivíamos en el Camino de Ronda, vino a casa con un precioso regalo bajo el brazo por mi cumpleaños tuve que ponerlo en el mejor sitio de la estantería del salón. Yo elegí un buen sitio para los peces con ojos verdes, igual que puse el arlequín cosido a un cojín de raso rosa en forma de corazón en lo alto de la cama porque ella también me lo había regalado. Siempre puse en mi casa para decorar otros pongos, otros regalos de mis señoras de la limpieza.  En realidad yo les hubiera besado los pies, les hubiera puesto alfombra roja, les hubiera dado la mitad de mi sueldo, pero me conformaba con poner sus regalos a la vista de todos y cuidarlas lo mejor posible.

Para los algodones - ahora con pétalos de buganvilla

Cuando nos vinimos a vivir a esta casa, Gracia ya no pudo seguir con nosotros porque su casa estaba muy lejos y yo aproveché la mudanza para guardar los peces, el arlequín, la bola de cristal azul con algodón de colores para desmaquillarse, el calzador de nácar, el marco de taracea, el angelito azul y la bailarina de Lladró. Tenía muchos regalos suyos ahora que lo pienso, claro que yo también la cuidé a ella y cuidé a sus hijas y les procuré todos los libros de texto que necesitaron durante todos sus estudios. Nos hacíamos regalos mutuamente y estábamos contentas la una con la otra; nos tratábamos bien en una palabra y yo pienso que nos guardamos cierto afecto.

Ángel dulce

 Creo que fue por ese afecto por lo que guardé todos esos pongos en una caja del sótano  y no se los regalé a nadie.

 Perdón, ahora que hablo de los peces de los ojos verdes se que eran tres y yo solamente me he encontrado dos. Recuerdo que le regalé uno a mi pequeña sobrina Blanca cuando vino a ver la casa nueva y yo estaba guardando los pongos en las cajas. Los vio y le encantaron.

 – Blanca, ¿quieres uno para ti? --le pregunte.

 Ella abrió los ojos tanto como los de los peces y dijo, – Si,  ¿me vas a dar uno de verdad?

 –Elige el que más te guste. Llévate el grande, bueno, haz lo que quieras  --- le respondí. Se llevó el mediano tan contenta.

Cuando  vino su madre a recogerla, Blanca se lo enseñó toda ilusionada.

–Mira lo que me ha regalado Pili. ¿A que es precioso, mamá?

Su madre me miró también con ojos grandes pero no verdes, sino asesinos y se dirigió a su hija, –¡Devuelve eso ahora mismo! Blanca la miró asustada.

Sus palabras para mi fueron menos agradables incluso, -- ¿Cómo se te ocurre regalarle esa cosa tan horrible a mi hija?

 –No pienso aceptar una devolución –dije– es de ella y yo se lo he regalado con todo mi cariño,  así que tú haces con él lo que te dé la gana pero aquí no vuelve.  Y se lo llevó. No se qué pasó con el pobre pez.

Ahora que he revisado mis cajas del sótano en busca de algún tesoro oculto que pueda llevar a la Casa Roja, me he encontrado los peces, los he lavado y los he puesto en el patio para decorar. No se los voy a llevar a mi hermana, claro, pero he recordado a  Gracia, a Blanca y el berrinche que ella pilló y así los peces me alegran estas calurosas tardes de este eterno verano.

6 comentarios:

  1. Y bien bonitos que lucen cerca de la piscina.

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    1. Espero que l menos duren todo el verano y no se derritan con estos inclementes calores!

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  2. La de cosas que se guardan por cariño y respeto...
    Y cierto, las ayudadoras son fundamentales en nuestras vidas

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    1. A mi actual ayudadora dejé de hacerle regalos cuando me di cuenta de que nunca le gustaban, que ni los miraba ni usaba nunca lo que le había regalado. Sin embargo, estoy harta de ver las fotos de los regalos carísimos que le hace otra señora a la que va y que tiene dinero a espuertas.

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    2. Ya ves, a mi no me gustaban sus regalos, pero los agradecía y mira, ahora me han servido para recordarla con mucho cariño. Es que en cuestión de gustos...

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