Rebuscando ajos |
Catalina, su mujer, trabajaba en casa ayudando a mi madre en las tareas y nos
quería a todos los hermanos y hermanas con toda la fuerza de su fuertes brazos. Nos chillaba y regañaba con la misma confianza
con la que trataba a sus hijas - tenía cinco. Nosotros la tratábamos de usted, siguiendo las estrictas instrucciones de mi padre al respecto, pero la queríamos y la considerábamos parte de nuestra familia. Ella nos descubría cosas de la vida y nos contaba historias del pueblo que habían dejado para buscarse la vida en la ciudad, la capital. Lo mejor de su pueblo eran las fiestas para el 25 de julio que duraban cuatro días grandes, lo que dice el refrán: Santiago, Santa Ana, Santa Anilla y su hermanilla.
Empezamos con los ajos |
Por entonces, eran los años 60, los campos se llenaban de
gente rebuscando cualquier fruto de la tierra cuando terminaban las cosechas porque entonces había mucha
necesidad. Esos nos decían.
Salvador rebuscaba en el campo para su familia y también nos traía a la nuestra. Cuando aparecía en mi casa con una talega llena de ajos, patatas o cebollas, mi padre se azoraba y no quería aceptar aquel regalo de ninguna manera. Pero hay regalos que no se pueden rechazar y ese era uno de ellos.
Mi padre, que nos daba continuas lecciones de moral, nos decía que rebuscar en el campo era correcto, que coger los ajos, cebollas, patatas, aceitunas o lo que fuera que quedara abandonado sobre la tierra no era robar, era rebuscar. Eso era lo que hacía Salvador. Iba a la rebusca.
Mi padre siempre quiso enseñarnos a ser honrados. Él
practicaba con el ejemplo. Él lo era. Creo que nos enseñó bien.
Cortando los ajos - Bien protegido |
Pero, hoy, además, hemos rebuscado AJOS
y aunque nos hemos traído un buen puñado hemos dejado allí muchísimos más para los próximos
rebuscadores, los próximos ciclistas o paseantes que los vean entre los terrones secos del haza.
En estos últimos días de paseo por la Vega habíamos visto cómo
los tractores arrancaban las matas de la plantación de ajos y las dejaban en la tierra para que se secaran. La otra mañana vimos a los trabajadores temporeros de la Vega sentados en el suelo; cortaban las hojas a las matas y colocaban primorosamente las cabezas de ajos en unas cajas de plástico. Ya estaban los ajos
preparados para el mercado de mayoristas.
Eran ecuatorianos, peruanos,
colombianos. Eran mujeres y hombres de piel oscura, con la cara y la cabeza cubiertas, bien protegidos del sol, del polvo del ajo y del coronavirus.
Cortando los ajos - Temporeros - Inmigrantes |
Mis ajos rebuscados antes de limpiarlos |
Lecciones de honradez... Ya no quedan padres como los nuestros.
ResponderEliminarhttp://el-macasar.blogspot.com/2018/02/un-hombre.html
Buenos días
EliminarAlguien habrá, ¿no? ¡Hombre o mujer, claro!
Me ha encantado tu texto y las cosas que traes a la memoria de los tiempos pasados. Precisamente hoy buscaba ajos en la frutería y no quería un paquete entero. Qué bonito y fructífero paseo habéis dado.
ResponderEliminar¡Por favor, no compres ajos!! ¡Llévate los que quieras la próxima vez que vengas a casa! ;-)
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