viernes, 17 de marzo de 2023

El altar

La repisa en la casa familiar con mi plato
 La memoria nos sorprende y las fotos también, yo acabo de descubrir esta repisa en una foto de uno de los álbumes que me traje de casa de mi madre, y lo curioso es que recuerdo con claridad el día que vi a mis padres entrar en casa con ella bajo el brazo, contentos de haber encontrado lo que buscaban, y recuerdo ese momento porque pensé que ya eran mayores y me admiraba que aun tuvieran ganas de comprar cosas nuevas para decorar su hogar. 

 Así que en su memoria me traje la repisa a casa, la puse en la pared de la escalera y la llené con otros tesoros de mi madre. Completé la colección de recuerdos con una figurita de porcelana de su tocador, una tetera de tía Mariana y un pequeño florero de cristal, demasiado pequeño para florero. Para completar el altar le puse dos tapetes de los suyos con encaje y quedó tan llena de recuerdos como si fuera mi altar en su memoria. 

Quedó tan coqueta que daba un poco de yuyu de verla. No se parecía en nada a cuando la tenía en su casa: ella puso unos libros de santos, la Biblia, un elefante de madera que sujetaba los libros y retratos familiares - durante un tiempo hubo uno enorme de su ahijada Machu vestida de novia clásica como ninguna de sus hijas se vistió. 

En su casa  


Hace unos días, mientras planchaba y me aburría, pensé que en esta casa hay demasiados cacharros de decoración - pongos - que solo sirven para coger polvo y entorpecer la limpieza y el acceso a los libros de la estantería del cuarto de la plancha, el de los invitados.  

En la mía - Me quedó preciosa

Estaba pensando dónde y cómo podría guardar esta inmensa colección de pongos que tengo por toda la casa, cajitas, tortugas, caballitos y otros animales de cerámica, cuando sonó un enorme estruendo, como si un elefante hubiera entrado en una cacharrería.

Aun no le había puesto los tapetes

 
¡¡ZAS!! Lo supe enseguida.

Toda la escalera estaba llena de trozos grandes y pequeños de los objetos de la repisa:  las tapas de las teteras, el brazo de la figurita, unos pedazos de cristal y de loza de varios colores, la tierra y la planta de cinta de una pequeña maceta que también la adornaba. 

¡¡Crash!!

 Junto a este estropicio estaba la cara descompuesta del muchacho que había venido a hacer un presupuesto para pintar la casa. Con su energía, juventud y nervios había subido la escalera dando zancadas y no vio la repisa hasta que sintió que la había rozado con el codo y entonces si que la vio estrellarse contra el suelo. 

A mi se me quedó la cara tan descompuesta como a él, pero tuve que tranquilizarlo para que no se echara a llorar. -- No pasa nada. Son solamente cosas, --le dije.

La repisa sobrevivió pero si algún día la vuelvo a colgar en la pared de la escalera solo pondré libros y objetos que no se puedan romper. 

No es tiempo de colgar altares. He aprendido la lección.


5 comentarios:

  1. Yo me hubiera puesto a llorar con el pintor...

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    1. Me controlé, porque no solo hubiera llorado como tu dices, sino que le hubiera dado una buena paliza. ¡Menudo inútil

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  2. A los "artistas", como decía mi padre, hay que vigilarlos de cerca cuando nos reparan algo, pues muchas veces estropean más que reparan.

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  3. Qué divertida anécdota¡¡¡ Lo siento por tus recuerdos y por el mal rato. seguro que tienes otro montón de cacharritos preciosos con los que montar un nuevo altarcito que no sea tan fragil.

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    1. ¡¡Será por "pongos"!!. Tengo montones, pero no quiero volver a verlos volando por las escaleras. Un beso.

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