martes, 23 de febrero de 2021

23-F Me quedé sin tesis

Por culpa del golpe de estado, me quedé sin escribir mi tesis doctoral.

Fachada Palacio de las Columnas

 No sé lo que me perdí en mi vida profesional por no tener la tesis. Pienso que quizás hubiera podido llegar a inspectora o, como otra profe de mi instituto que sí era doctora, hubiera alcanzado la mejor posición en la lista de profesoras solicitantes para un puesto en un instituto del extranjero y hubiera podido vivir unos años en Roma, o en París o en Lisboa.

 O quizás me hubieran llamado para ‘trabajar’ como asesora  y experta en aquellas agencias extrañas de algunas Consejerías de la Junta de Andalucía que inventó  el PSOE, unas agencias  que hacían los trabajos que correspondían a los funcionarios que dichas consejerías ya tenían. Con lo cual duplicaron los puestos de trabajo y los costes de la administración, pero no conseguían doble trabajo realizado.

No lo sé. Pero yo con la tesis hubiera tenido mejor currículum y en lugar de formar parte del Tribunal que vigilaba y corregía los exámenes para alumnos libres de Bachillerato que se sacaron de la manga hace unos cuantos años, hubiera formado parte de la Comisión que elaboró las pruebas. Como la Junta no se fiaba  de nosotros, los profesores en activo, creó una comisión solo para elaborar estas pruebas, como creó otras Comisiones para fiscalizar el funcionamiento de los centros, el uso de los recursos, la escolarización o la formación del profesorado.

  Estas agencias eran un buen sistema para colocar a sus activos, como dicen los espías en las series de la televisión. Con esos activos, y sus familias y sus amigos,  bien colocados se aseguraron los votos durante muchos años hasta que se les acabó el chollo a ellos y llegaron otros.

 Ahora me pregunto qué habrá sido de tantas agencias, comisiones, universidades y otras instituciones fantasmas que se sacaron de la chistera. ¿Seguirán aun funcionando con el gobierno de coalición que tenemos ahora en Andalucía? No tengo ni idea.  Quizás las critique porque a mí nunca me llamaron para estar en ellas, para soltar la tiza y pasar unos años ‘sabáticos’ a costa de la Administración.

No, yo cumplí con mis obligaciones de profesora de secundaria día tras día durante 38 años, ya sé que como hicieron muchos otros. Hablo de esto ahora solamente porque hoy hace 40 años del fallido Golpe de Estado, y la mierda del pronunciamiento de Tejero me cambió la vida. 

El bar de Letras, lleno de leyendas

Aquel 23-F de 1981 me había citado en el Bar de Letras con Manolo, un amigo y compañero de  estudios de Filología Inglesa. Íbamos a ponernos de acuerdo sobre los temas de nuestras tesis; los dos las queríamos hacer sobre Didáctica de la Lengua Inglesa y antes de buscar un director queríamos tener unos cuantos puntos muy claros. Habíamos quedado a las siete de la tarde; yo tenía un par de clases antes de esa hora en mis nuevos estudios de Traducción e Interpretación que se impartían en el Palacio de las Columnas, donde antes estuvo la Facultad de Letras y por eso su bar seguía siendo el Bar de Letras y por eso nos citamos allí.

Pero ni siquiera llegamos a vernos. Tejero entró pistola en mano en el Congreso a las 18.23 y todos nuestros planes se hicieron pedazos. El bar se vació, la Facultad se quedó en silencio. Nos marchamos a casa.

Allí se enterró mi tesis, y la de Manolo, creo.

Aquí podéis seguir la historia, en este programa de  RTVE


martes, 9 de febrero de 2021

Otra caja de polvorones

Fabrica de cerámica Los Arrayanes
Mi madre hacía cuajada de carnaval con los polvorones y mantecados que sobraban de las comidas navideñas. La receta es fácil, se machacan los polvorones con un tenedor, se mezclan con crema pastelera y se cuajan en boles de cerámica de Fajalauza.   Es otro recuerdo y una buena forma de reciclar los restos de los dulces de Navidad para que no se queden rodando hasta el verano. - El año pasado tiré las ultimas hojaldrinas el día de mi cumpleaños en agosto, cuando hacía sitio en la lata de las galletas.

Cuajada de Carnaval

Aquí en Granada, esta tradición es de toda la vida y para mí que no tomo ni polvorones ni dulces, la cuajada no me interesa especialmente.. 

Pero hoy os hablo de otra forma de reciclar la Navidad, mejor dicho las cajas de productos navideños.

  Porque hoy he descubierto que la gran caja donde mi padre guardaba sus piezas del TENTE es una caja de polvorones tamaño familiar de EL MESÍAS.  De un catálogo recortó fotografías y las pegó en la tapa, por fuera y por dentro, y lo fijó todo muy bien con papel celo, a él el celo le encantaba y lo usaba para todo. Podéis ver los detalles en la foto. Es una autentica obra de artesanía, como los pasteles de Carnaval, más o menos.

Polvorones EL MESÍAS
No me extraña que mi padre reutilizara la caja de los polvorones, él adoraba una buena caja de lo que fuera: de camisas, zapatos, mantas, bombones, galletas. 

Si el cartón era recio la guardaba porque siempre podía ser útil, y si era muy fea la forraba con algún papel que encontrara por la casa y lo pegaba primorosamente con cola blanca o celo hasta que quedaba una caja perfecta, un nuevo cofre donde guardar los tapetes de mi madre, su colección de guantes o su colección de cajas mas pequeñas.

Jugando al TENTE con mi madre
Mira, más tapetes
Caja artesanal

No puedo, no debo criticarlos porque son mis padres y porque yo sigo sus pasos: los dos de hecho, mi madre y mi padre, adoraban las cajas y yo soy tan fiel seguidora de ese culto que durante años he guardado las cajitas monas que te dan con cualquier cosa e incluso las forro con mis viejas fotos impresas que nunca voy ni a enmarcar ni a colgar de las paredes para que estén más bonitas aún. 

En ellas guardo más fotos, mis botones, mis hilos de colores para las labores de punto de cruz, mi colección de lápices de memoria USB sin uso, mis útiles de escritura- sobres, folios, sellos-, mis postales antiguas ...  y ahora, guardo mis mascarillas.  

Mi taller

Una cajita ya forrada
La pena es que a pesar de lo bonitas que me quedaron, aun no me atrevo a regalarlas y me invaden por todos sitios. Es como si me hubiera caído una maldición por atesorar cosas inútiles.

Pero ya se que no soy la única: en casa de mi madre sigo encontrado en los armarios las viejas cajas de zapatos o de mantas forradas por mi padre todavía llenas de los tapetes que mi madre también coleccionaba. 

Una serpiente de verano

Pienso que esta afición nuestra es como una serpiente que se muerde la cola o como un laberinto sin entrada ni salida; algo así como estos días de encierro a causa de la maldita pandemia que, como nuestras colecciones de colecciones, tampoco parecen tener principio ni fin. 

Así estamos por aquí.