Tengo una sugerencia para cuando queráis hacer un descanso y tomar una cervecita en los largos días de la primavera: el jardín del hotel Villa Oniria.
Céntrico, elegante, tranquilo y de precio normal.
La alta palmera de su patio de entrada puede contar las historias de la familia que allí vivía (también Blanca se sabe algunas de estas historias; preguntadle a ella).
Yo os puedo contar que hace muchos años con otros amigos, pensamos que sería una buena sede de un colegio o academia de Ingles para extranjeros. Pero ninguno de nosotros teníamos espíritu empresarial ni emprendedor (eramos simplemente muy funcionarios) y la idea se cayó en el pozo de las aventuras frustradas. Una de las razones es que hace veinte años ya pedían 500 millones de pesetas por la casa.
Y así estuvo la casa, vacía, abandonada y casi en ruinas cuando a mi amigo Antonio le encargaron medirla y levantar planos para algún proyecto nuevo y misterioso. Y un día mientras medía paredes y habitaciones entre un piano solitario, telarañas, cristales rotos, ventanas abiertas y cortinas al viento.... ¡se encontró un fantasma!
Otro día os contare quien era el fantasma. Me tengo que ir.
Os dejo una foto de ANTES
Y otra de AHORA