Este pueblo da mucho de si. Si me quejo de vivir en el y de aguantar los atascos de la autovía, de la falta de transporte público, de que cuando llueve se va la luz, de que mis vecinos decidan construir bloques de pisos en mitad de los adosados, y de unas cuantas cosas mas, es de vicio. Porque realmente este pueblo tiene otras cosas buenas: gente amable, dos o tres bares con buenas tapas, un Mercadona, dos oficinas de la Caixa, un polideportivo con piscina, pistas de tenis y campo de futbol, una tienda de zapatos de megalujo en la que nunca hay clientes, pero que aún no ha cerrado, tres bazares de chinos de todo a un euro, una iglesia renacentista a cuya torre le falta un cuerpo, que se cayó cuando el terremoto y la reconstruyeron así, un poco achaparrada; una biblioteca pública, la casa de la cultura, tres o cuatro farmacias que pertenecen todas a la misma familia... en fin. Ya sabéis, la vida de un pueblo.
Pero lo mejor es que sales a dar un paseito y ver las nuevas promociones de viviendas y en diez minutos haces tres fotos para la colección realmente memorables, con camellos, cebras, impresionantes faltas de ortografía o la colada del equipo puesta a secar en la barandilla de la pista del estadio.
¡Ah, me olvidaba! También hay tres escuelas de Primaria y un Instituto de Secundaria. Pero eso no quita ni pone nada, al parecer. Ya veis.