Mostrando entradas con la etiqueta demolición. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta demolición. Mostrar todas las entradas

jueves, 28 de marzo de 2024

Manuel de Falla

La elegancia del hueco de las escaleras cuadrado

Ya está. Ya se la han cargado. Igual que desapareció de la noche a la mañana el palacete del la calle Alhamar, igual que llenaron el camino de Ronda de horribles bloques en los años 60, y destrozaron el Barrio Fígares y llenaron la ribera del Genil de un enjambre de callejones oscuros y deprimentes. Igual, siempre. En esta puñetera ciudad no se ha respetado nunca nada.

Y esta vez le ha tocado a nuestra casa. Que no era nuestra, pero era el lugar donde nos mudamos a vivir cuando llegamos a Granada y donde vivimos de alquiler unos años decisivos e importantes para toda la familia. La casa de la calle Manuel de Falla que veis en la foto a punto de ser demolida.

Esta casa elegante y señorial tenía pisos enormes pero era fría y desangelada en los gélidos inviernos de entonces, cuando el agua de la pecera que habíamos dejado en el lavadero aparecía congelada,  y se convertía en un horno en verano.  No tenia ascensor,  no tenía vistas, no teníamos terraza para macetas y el sol solo entraba con fuerza en el cuarto de estar - la única habitación que estaba bien orientada, pero era nuestra casa.

En su larguísimo pasillo recorrimos kilómetros montados en patinetes, patines, saltador Gorila, y bicicletas. Uno de los hermanos jugaba al futbol y otro al hockey y, juntos, jugábamos al escondite, a las tinieblas de la noche, a la llevas o hacíamos procesiones o manifestaciones y en nuestra gran casa recibíamos a amigos, tíos. primos y algún novio/a -invitados clandestinos, cuando nuestros padres se iban de viaje-.

Una casa elegante

  Nosotros eramos diez (los padres y ocho hijos) y rara era la comida de a mediodía donde no nos juntábamos doce o trece. Las pequeñas comían primero en la cocina y así cabíamos todos en la gran mesa con alas que se abría en el comedor. y  que se llenaba de fuentes de cocido, arroz, lentejas, potajes de semana santa o, con suerte, macarrones o puré de patatas con salchichas, que nosotros devorábamos.  Lo que hacía que mi padre repitiera un día tras otro - "Estos niños no comen. Tendremos que darles unas cucharadas de Quina San Clemente". Y nos reíamos  con la boca abierta cuando eramos pequeños porque mi padre tenia su gracia, y con la boca chica cuando eramos adolescentes porque ¡nosotros no teníamos ninguna!

Futuros pisos de lujo

Tengo tantos recuerdos que quizás algún otro día vuelva a escribir sobre nuestra casa familiar.

Me parece recordar que estos grandes bloques y el de enfrente eran lo ultimo edificado de la ciudad cuando nosotros nos vinimos a vivir aquí. Nuestra calle era el límite con la Vega; salíamos directamente al Camino de Ronda y ya estábamos en el campo y podíamos ir a la  huerta de los Franciscanos a comprar tomates a una peseta el kilo o podíamos alquilar una bici en donde Maxi,  en su taller de reparaciones en un bajo de la casa de enfrente y con ella hacer el camino del río junto a las alamedas hasta donde hoy está la Clínica Inmaculada. 

Esquina con el Camino de Ronda
Se veía la Sierra desde cualquier sitio
 
Desde la famosa ventana del cuarto de estar se veía la Sierra y el río Genil y cuando la gran riada del año1963, aquella que destrozó las cuevas del Sacromonte y del Barranco del Abogado y desbordó el Genil, que aun no estaba encauzado, nosotros veíamos la ancha lengua de barro desbordada desde nuestra casa. No había nada más que las Casas Azules entre nuestro bloque y el campo. Ah, si,  estaba el chalet del dueño de la casa y el palacete de Alhamar. Unos años después el chalet fue derruido para hacer un bloque de pisos y nuestro piso se quedó sin las pocas vistas que tenía.  El Palacete también se convirtió en recuerdos unos años mas tarde.

Por entonces, finales de la década de los 60,  la calle Manuel de Falla se llenó de nuevos bloques y el Camino de Ronda se llenó de horribles bloques en callejones oscuros y de coches y las autoridades decidieron talar los arboles de sus aceras y, ya sabéis, destrozaron la ciudad.  Ahora han destrozado el lugar de mis recuerdos. ¡Maldita sea!


¡
¡Adiós!

viernes, 6 de enero de 2017

Yo lo tengo

Si alguna vez  os preguntáis a dónde fue a parar el último palacete de la calle Alhamar, no le deis mas vueltas a la cabeza: Lo tengo yo.
Cuando estaba en la casa de mi madre

Cuando nuestra madre decidió pintar su casa y simplificar la decoración de las paredes, yo me pedí el cuadro del Palacete que hizo Isa hace un montón de años. Igual que Nico se pidió el retrato del bisabuelo Micheo, pero aun no se lo llevado a su casa y el pobre bisabuelo Micheo está esperando a que algún día se decida a hacerlo escondido entre el sofá de la salita y la litera plegable tapado con una sabana. 
El Palacete y el Bisabuelo antes de la pintura
 
Así que si queréis visitar este palacete nada más que os paséis por mi galería particular en las escaleras de casa.

Por lo menos  cuando decidieron demoler el Palacete luego aprovecharon el solar para edificar un moderno hotel, justo enfrente de nuestra cafetería favorita. Pero aquí, en mi pueblo, tiraron  una preciosa casa señorial, la ultima que quedaba también, y ahora solo hay un horrible solar donde aparcan los coches entre charcos y cascotes.
La ultima casa señorial de Albolote en 2008


Derribada en 2008, justo antes de la crisis, para nada
 EL Palacete de Alhamar tenía historia. Se construyó en 1930 para residencia de señoritas, futuras maestras y alumnas de la Escuela Normal. Después de la guerra pasó a manos privadas y vivieron en él varias familias granadinas de conocidos apellidos. A algunos los conocíamos de verlos desde la ventana de nuestro cuarto de estar, ya que compartíamos con ellos el patio central de la manzana y su jardín de los naranjos.
Desde el cuarto de estar- Torre del chalet de Juan Pfeifer
 Durante unos años permaneció sin inquilinos y estaba claro cual sería su futuro: la picota.
Hubo leves protestas para intentar conservarlo, pero su suerte estaba echada y un buen día, literalmente, un buen día porque eso tardaron en demolerlo, despareció y solo nos quedó el recuerdo y el cuadro de Isa y alguna foto añeja en blanco y negro.
Por esas casualidades de Internet, hoy he sabido que sirvió de inspiración para una novela "Una casa respetable" de un tal Javier Molina, que fue Premio de Novela Juan Valera en 2009
Cito de un articulo de Luis García Montero en EL PAIS del día 29 de abril del 2000
"Esta semana se ha destruido el último palacete de la calle Alhamar. Con un expediente tramitado de forma alarmantemente eficaz por el gobierno tres veces partido de la ciudad (PSOE, IU y PA), las máquinas recibieron el apoyo legal del municipio para acabar definitivamente con una parte de la historia de Granada."

Este Palacete merecaparecer en la GUÍA DE ARQUITECTURA DE GRANADA  (2ªEd. Marzo 2003), su autor, Carlos Jerez Mir, dice:
Edificio Calle Alhamar 46 y 48  - Año de construcción 1930  Arquitecto José Quesada
 "Es un edificio exento rodeado de jardín que se cierra  a la calle por una verja con cancelas entre pilastras. Es simétrico, correspondiendo cada mitad a una vivienda unifamiliar. Las dos cancelas centrales dan acceso a las viviendas, mientras que las laterales dan paso a las cocheras.
La variedad de volúmenes y la disposición de tejados y/o tejadillos en todas las plantas le dan un aspecto muy dinámico. Consta de planta baja,  principal, segunda y torres.
Se eleva ligeramente sobre el nivel del terreno, subiéndose por sendas escalinatas hasta los porches de entrada, que se cubren con terrazas. (...)
El interior es sobrio, en contraste con las fachadas. La planta baja se destina a  zona de día y las altas a dormitorios.
Las escaleras, de tres tramos y con baranda de fundición, se iluminan por vidrieras."

En esta guía se incluyen estas ilustraciones, 
Alzado Principal

Página completa

En el perfil de GRANADA ANTIGUA DE Facebook, aparece un articulo sobre la demolición de este Palacete que empieza con estas palabras: "Verlo ahí, rodeado de bloques macizos, nos hacía preguntarnos, al pasar, qué extraña excepción lo mantenía en pie y cuidado, con su jardín alrededor, qué extravagancia de su dueño le había impedido sortear esas leyes del mercado que dicen que lo gobiernan todo...."

En la cafetería Mayerling
 
También es posible volverlo a visitar en un cuadro al óleo que está colgado en la Cafetería Mayerling. Creo que el padre de algún trabajador de esta veterana cafetería de nuestro barrio es pintor y han decorado sus paredes con obras de este artista. Entre ellas una buena pintura del palacete. Observad que al lado existió otro similar, e incluso yo recuerdo el que había al otro lado de la calle Alhamar - estos dos últimos palacetes fueron demolidos mucho antes que el palacete del que hoy os hablo.

Como ya desapareció de nuestros paseos por la calle Alhamar, igual que tantas otras cosas de las que hablaré otro día, si queréis volver a disfrutar de este precioso Palacete, aquí lo tenéis:
En el hueco de las escaleras
Y tan bonito como siempre. 

¡GRACIAS, ISA!