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Mi bici, la atalaya y alguien esperándome allí arriba |
No todos los ángeles de la guarda rondan alrededor del hermano pequeño de la familia cuidando su desmanes o despistes; a veces alguno se acuerda de nosotros y se nos aparece en un pueblo lejano cuando más falta hace, o cuando habíamos olvidado que existían los ángeles.
Dos excursiones en bici con ángeles. Una de hace muchos años, otra del domingo pasado.
Vista de Deifontes desde la atalaya - pinchazo por el camino
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Dos ciclistas por esos cerros de la atalaya |
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Paseo por Deifontes |
El día que pinchamos las ruedas de la bici dos veces en el camino que va a la Atalaya de Cogollos y otra vez más en la bajada a Deifontes, tuvimos que pasearnos por todo el pueblo tirando de las bicis -menos mal que entonces eran muy ligeras, no los pesos pesados de nuestras bicis eléctricas de ahora- y no encontramos ni un maldito taller de reparaciones de bicis, ni un bazar todo a cien, ni nadie que nos vendiera una cámara nueva.
Nos sentamos en la parada del autobús con cara de desolación, hambre, cansancio y sueño y la sensación de que el servicio discrecional no iba a querer montarnos con las bicis y además no nos llevaría a nuestro pueblo, sino que nos dejaría en Granada y de allí, a ver cómo íbamos a llegar a Albolote.
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En la parada del autobús, junto al río |
Nuestro ángel apareció montado en un corcel, el panadero en su furgoneta. Él bajaba de Alfacar con el pan del día y recorría los pueblos de la zona. Nos lo cruzábamos por esos caminos y nos conocíamos desde hacía tiempo.
Cuando nos vio sentados en la parada, tristes y abatidos, esperando el paso del tiempo, se acercó a preguntar qué hacíamos allí.
Y nuestra historia de ángeles de la guarda empezó esa mañana, y aun no ha terminado.
Le conté la historia a Lucas y él la ilustró para vosotros.
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El panadero haciendo sitio a las bicis entre las barras de pan |
Porque hablando de nuestras nuevas bicis, ahora de nuevo las llevamos - o nos llevan- a todos esos pueblos, parajes, montañas y atalayas que recorríamos hace mas de diez años, y que estoy segura nos echaban de menos tanto como nosotros a ellas.
Han arreglado el parque y la parada del autobús |
Así que poco a poco cogemos fuerzas y valentía y nos animamos a llegar mas lejos, y el domingo nos fuimos a Deifontes para comprobar que la escuela taller ha arreglado los accesos al pueblo y están limpiado el cauce del río bajo el puente de la entrada al pueblo.
En recuerdo de su antigua industria maderera han instalado una vieja maquina en una plataforma y además han erigido un monolito de bienvenida para que nadie duda de a que pueblo has llegado.
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¡¡Hemos vuelto a Deifontes!! |
Allí en el monolito, nos tomamos una barrita y un acuario y yo hice las fotos de rigor y allí olvidó Pedro su mochila y allí tuvimos que volver a buscarla cuando ya casi habíamos llegado al Cortijo de los Arenales en la antigua carretera de Jaén.
El regreso a Deifontes en turbo fue espectacular, parecía una prueba contra reloj. En quince minutos estábamos de vuelta en el monolito y allí no estaba la mochila, pero estaba nuestro ángel y esta vez vestida completamente de blanco, sería una ángela.
Era una de las chicas de la atención domiciliaria a personas mayores e impedidas, una de las muchas que yo veo en mi pueblo también que de van en casa en casa ayudando a los que necesita ayuda. Ella paseaba a una señora en silla de ruedas por la zona y había hablado con otra compañera suya que recogió la mochila cuando la vio olvidada allí, --Me la llevo al Ayuntamiento. Si ves a dos hombres y una mujer en bici que vuelven buscando algo, diles que la he dejado en el Ayuntamiento, y llama que vendrán a traerla, --le dijo.
Un hombre en un coche blanco, también, apareció con la mochila.
Un ejercito de ángeles nos rodea.