domingo, 27 de agosto de 2017

El cura que parió




Chase, Pocoyo, Leotolda, Max & Mia, Kidou
 Mientras ayudaba a Tere a corregir su libro sobre materiales para contar cuentos y hablábamos tanto sobre cuentos e historias, no podía ni imaginar lo importante que los cuentos iban a ser para mí este verano de 2017.
Me he pasado diez días leyendo, contando e inventando cuentos para Lucas y Sara. A los dos les encantan los cuentos, a cualquier hora del día y en cualquier situación. A veces Sara y yo hemos visto, leído y comentado el mismo cuento cinco veces seguidas. Cuando yo pasaba la última página del libro del Pequeño Noé, ella me miraba y decía 'encore' y volvíamos a abrir el cuento.
En la librería
Es difícil elegir
Cuando Lucas, Sara y yo ya nos sabíamos de memoria todas las atracciones del Parque Acuático que visitaban Teo y sus amigos, volvíamos a la primera página, a la taquilla donde se compran  las entradas y recorríamos una y otra vez el tobogán, la piscina de olas, las duchas desde el suelo, las peleas con mangueras, la piscina de los inflables gigantes, la zona de descanso y el kiosco de los helados. Acabábamos empapados con tanta agua, pero dispuestos a entrar 'una vez más' (encore) en el parque acuático de Teo a seguir disfrutando de las atracciones tanto como Teo y sus amigos.
Teo en el parque acuático
Así que ahora, que le leo cuentos a mi madre en estas horrorosas tardes de este caluroso verano, pienso que es como si siguiera con las aventuras de Teo, de Leotolda, de la Yellow Van, de Noé y la Ballena, de Pocoyo, de la Patrulla Canina y de Ana, Elsa y Olaf - ¡por supuesto!
Yo no le cuento estos cuentos

Solo que yo no le cuento a mi madre estas historias infantiles. Por suerte encontré un libro de cuentos gallegos en la librería del dormitorio del cuarto de las niñas. Como la mayoría de los libros que hay allí, no se sabe ni su origen ni su destino, ni quien los puso, ni quien se los llevará un día. Pero después de leer los títulos de los otros libros que había, pensé que esos cuentos podrían ser entretenidos. ¡Y lo son!
Son historias cortas de una o dos páginas y muy graciosos y picarones. A ella le gustaron ayer y cuando terminaba uno y le preguntaba si quería que le leyera otro cuento más, mi madre decía 'otro', como Sara, ya veis.
El ladrón que hizo de padrino
Estos cuentos son tradicionales y populares de Galicia. Hablan de emigrantes que se iban a hacer las Américas, de aldeanos, del sastre y el zapatero, del cura, del diablo, de brujas - claro-, y de espíritus errantes por esos campos.
Este que hoy os cuento aquí  'El cura que parió' es el más que nos gustó, nos estuvimos riendo un rato con esta loca historia  y eso que yo a mi madre le censuré el final, igual que a nosotros nuestros padres nos censuraban las películas, las revistas y las historias familiares. Y pensé en las vueltas que  da la vida.
'El cura que parió'  
"Erase una vez un aldeano que llevó a su hija al hospital para dar a luz. Cuando nació el pequeño, el aldeano le pidió al médico que la había atendido en el parto que se quedara con el niño, que su hija era soltera y el escándalo en el pueblo sería tremendo. Le prometió dinero al médico si se ocupaba del asunto. El médico aceptó el encargo y el dinero y pensaba a quién entregar el niño.
Sucedió que en esos días el mismo médico operó a un cura de pueblo que tenía una enorme barriga.
Cuentos Populares
 Cuando el cura despertó de la operación, el médico llevaba al bebé en brazos y le dijo:  --Esto era lo que tenía en la barriga, un niño. Ha parido usted un niño.
El cura decía que eso era imposible, pero al mismo tiempo veía que su barriga había desaparecido y no sabía qué pensar. El médico le dijo, --Es verdad, esto no es normal. Pero ha sido  un milagro del Señor y ahora usted tiene este niño.
El cura lo aceptó porque había sido un milagro y se lo llevó a su aldea, vivió con él, lo crío y lo cuidó como si realmente fuera su hijo y fue muy feliz con él.
Cuando el niño creció, ya no pudo más y fue a preguntar al cura lo que le preocupaba.
--Ya sé que usted es mi padre, pero me gustaría saber quién es mi madre.
El cura se puso muy serio y le dijo, --Ya es tiempo de que hablemos. Te lo voy a explicar. Yo no soy tu padre. ¡La verdad es que yo soy tu madre!
El niño, ya un mozuelo, lo miró sorprendió y dijo, --Bueno, si usted lo dice lo creeré, pero si usted es mi madre. ¿Quién es entonces mi padre?
A lo cual el cura, después de unos momentos de reflexión le respondió, --No estoy muy seguro, pero creo que fue el Obispo de Mondoñedo'.

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