El hombre de la moto hizo una extraña maniobra en la
curva con cambio de rasante junto a la placeta del barrio. Fue todo tan rápido
que al coche de la autoescuela que venía
delante de mí no le dio tiempo a esquivarlo y le rozó la carga. El motorista perdió el
equilibrio y cayó al suelo. Todos los
nardos que llevaba quedaron esparcidos a su alrededor como si fuera el santo de un altar del mes de las flores.
Nardos |
Paré el coche
para ayudarle a levantarse y el olor se nos acercó de repente y entró por la
puerta. El pequeño en su sillita del asiento de atrás puso un gesto hosco
sorprendido por el aroma tan fuerte de los nardos rotos.
De malas maneras el hombre me agradeció la ayuda y
fulminó con los ojos a la chica que estaba agarrada a los mandos del coche de
la L que acababa de parar junto a la acera. No sabía si salir y ayudar también
o echarse a llorar definitivamente. Temblaba con tanta fuerza que sus rodillas
casi alcanzaban el volante.
Su profesora salió y se agachó a recoger algunas varas que parecían más enteras. El hombre le dijo que lo dejara, que ya no
las podría vender. Pero ella seguía recogiéndolas. Y el hombre, cuando terminó
de enderezar la moto y de sacudirse el agua del chaquetón, le dijo que se las
llevara si las quería y que ya arreglaría lo del seguro con la autoescuela. En un
papel arrugado y sucio que se sacó del bolsillo y con medio lápiz garabateó un
nombre y un número de teléfono que ella le estaba dando mientras seguía
recogiendo las flores.
"Pero déjelo ya", dijo él. "¿No ve
que están rotas y manchadas? ¿No ve que no sirven para nada?"
Ella
se puso de pie, llevaba los nardos en la mano. Antes de meterse en el coche de nuevo y
seguir con la clase, se acercó a un banco de la placeta y depositó su ofrenda.
Luego respiró profundamente, nos miró y se fue.
Era
muy temprano y hacía tanto frío que podría empezar a nevar en cualquier momento. Me pregunté de donde
habría sacado el hombre los nardos en esta época del año. Los últimos que yo
había visto plantados al aire libre unos días antes, cuando fui a comprar flores para
llevarlas al cementerio, ya estarían totalmente marchitos tras la fría lluvia, casi nieve,
de la noche anterior. Aquel hombre tenía que haberlos traído de los
invernaderos de la costa. Calculé que eran más de cien las varas que había
perdido una mala mañana por culpa de un despiste de la futura conductora o por
el suelo mojado.
Me quedé mirando al pequeño. Se había vuelto a
dormir y por su cara feliz me decía que no quería abandonar su cómodo asiento
ni el calor del coche.
Llegue
a mi destino, le di un beso para despertarle. Lo cogí en brazos y lo dejé en su
colegio. De camino a mi trabajo volví a pasar por el lugar de la caída. Unas
señoras en chándal que habían salido a hacer deporte temprano volvían
resoplando y se pararon junto al banco para tomar fuerzas y despedirse hacia
sus tareas en diferentes direcciones. Se asombraron de ver los nardos. No había
nadie más en la placeta. Me vieron pasar y vieron que las miré y que vi cómo se
repartían su botín riendo con fuerza.
“Qué
buen regalo: una hora de deporte,
doscientas calorías menos y un hermoso
ramo de nardos gratis”, dijeron.
Un buen regalo |
Mandé este pequeño cuento al periódico para un concurso de relato breves que iban a publicar durante el mes de agosto.
A ellos no les gustó. Confío en que os guste a vosotros.
Pues a mí sí que me ha gustado. Gracias Pili. (Disculpad si el mensaje sale duplicado. El sistema hace cosas raras).
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Mario, por la visita y por tu opinión.
ResponderEliminarSuper chulo.... sigue mandando mas resalada... Te han llegado mi flick nuevo?
ResponderEliminarA mí también me ha gustado. Tú sigue en la brecha que algún jurado te apreciará.
ResponderEliminarGracias guapas. Seguiré vuestros consejos, mandaré a otros concursos ahora que tengo tiempo.
ResponderEliminar¡Y si que he visto tus fotos! Muy guapas también
A mi me gusta el relato y cualquier cosa que escribas. Entro de vez en cuando a ver qué nuevo hay por aquí.
ResponderEliminarMuchas gracias, Isa, por tus palabras y tus visitas.
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