La elegancia del hueco de las escaleras cuadrado |
Y esta vez le ha tocado a nuestra casa. Que no era nuestra, pero era el lugar donde nos mudamos a vivir cuando llegamos a Granada y donde vivimos de alquiler unos años decisivos e importantes para toda la familia. La casa de la calle Manuel de Falla que veis en la foto a punto de ser demolida.
Esta casa elegante y señorial tenía pisos enormes pero era fría y desangelada en los gélidos inviernos de entonces, cuando el agua de la pecera que habíamos dejado en el lavadero aparecía congelada, y se convertía en un horno en verano. No tenia ascensor, no tenía vistas, no teníamos terraza para macetas y el sol solo entraba con fuerza en el cuarto de estar - la única habitación que estaba bien orientada, pero era nuestra casa.
En su larguísimo pasillo recorrimos kilómetros montados en patinetes, patines, saltador Gorila, y bicicletas. Uno de los hermanos jugaba al futbol y otro al hockey y, juntos, jugábamos al escondite, a las tinieblas de la noche, a la llevas o hacíamos procesiones o manifestaciones y en nuestra gran casa recibíamos a amigos, tíos. primos y algún novio/a -invitados clandestinos, cuando nuestros padres se iban de viaje-.
Una casa elegante |
Nosotros eramos diez (los padres y ocho hijos) y rara era la comida de a mediodía donde no nos juntábamos doce o trece. Las pequeñas comían primero en la cocina y así cabíamos todos en la gran mesa con alas que se abría en el comedor. y que se llenaba de fuentes de cocido, arroz, lentejas, potajes de semana santa o, con suerte, macarrones o puré de patatas con salchichas, que nosotros devorábamos. Lo que hacía que mi padre repitiera un día tras otro - "Estos niños no comen. Tendremos que darles unas cucharadas de Quina San Clemente". Y nos reíamos con la boca abierta cuando eramos pequeños porque mi padre tenia su gracia, y con la boca chica cuando eramos adolescentes porque ¡nosotros no teníamos ninguna!
Futuros pisos de lujo |
Tengo tantos recuerdos que quizás algún otro día vuelva a escribir sobre nuestra casa familiar.
Me parece recordar que estos grandes bloques y el de enfrente eran lo ultimo edificado de la ciudad cuando nosotros nos vinimos a vivir aquí. Nuestra calle era el límite con la Vega; salíamos directamente al Camino de Ronda y ya estábamos en el campo y podíamos ir a la huerta de los Franciscanos a comprar tomates a una peseta el kilo o podíamos alquilar una bici en donde Maxi, en su taller de reparaciones en un bajo de la casa de enfrente y con ella hacer el camino del río junto a las alamedas hasta donde hoy está la Clínica Inmaculada.
Esquina con el Camino de Ronda |
Se veía la Sierra desde cualquier sitio |
Por entonces, finales de la década de los 60, la calle Manuel de Falla se llenó de nuevos bloques y el Camino de Ronda se llenó de horribles bloques en callejones oscuros y de coches y las autoridades decidieron talar los arboles de sus aceras y, ya sabéis, destrozaron la ciudad. Ahora han destrozado el lugar de mis recuerdos. ¡Maldita sea!